Obama salió a encantar al mundo sobre la base de realidades, en búsqueda de intereses comunes, a escuchar y ser escuchado con respeto mutuo. El G-20 sustituyó al G-7 para enfrentar la crisis económica e intentar una nueva arquitectura financiera internacional para evitar la repetición. Entreabrió la puerta a Irán y Cuba para terminar con confrontaciones que no llevan a ninguna parte.
Al cumplirse 100 días de la administración Obama, hay algunos juicios contradictorios acerca de su voluntad de cambio. Para algunos, retrocede cuando se encuentra con resistencias, tanto en el plano nacional como internacional. Para otros, es un proyecto socialista, contrario a la idiosincrasia norteamericana, en lo nacional, y apaciguador en materias internacionales, lo que alentaría a rivales y adversarios.
Hay que tener presente que la primera tarea de la nueva administración es superar la crisis económica, que comenzó en Wall Street, y tiene una virulencia que recuerda la depresión de 1930. Entre otras cosas, hizo desaparecer, en los llamados instrumentos tóxicos, 2,7 billones de dólares en EE.UU. (1,4 en el resto del mundo), cifra de 12 ceros y que equivale al 19% del PIB norteamericano.
Obama consiguió 1,12 billones de dólares adicionales de un reticente Congreso, como estímulo económico y adiciones al rescate financiero. Algunos sostienen que la administración pretende la cuadratura del círculo al intentar salvar la banca sin nacionalizarla o hacerse cargo de sus deudas. El problema es que ambas medidas chocan con la ideología norteamericana, uno de cuyos dogmas es una economía de mercado fundada en la libre empresa que obtiene las utilidades a cambio de correr los riesgos.
Sin embargo, después de intentar con una desbordante imaginación otros caminos, parece que finalmente los aportes estatales al sistema financiero se transformarán en acciones ordinarias y, por consiguiente, habrá empresas mixtas, al menos por un tiempo.
También obtuvo del G-20 aportes para un paquete de estímulo equivalente al 2% de la economía mundial, en especial de China y Asia. Cierto, la colaboración de Europa fue menor que la esperada, pero hay que tener presente que, gracias a los seguros sociales y las buenas relaciones entre patrones y sindicatos, tiene, para tiempos de crisis, estabilizadores automáticos, tales como seguros de desempleo, una asistencia social que es una continuación de los seguros sociales, subvenciones al empleo, recapacitación profesional, disminución de las horas de trabajo y, en ciertos casos, de las remuneraciones, etc.
Obama tiene perfecta conciencia que la recesión y la recuperación no tendrán forma de U ni de V, serán largas y difíciles, porque no se puede volver a la fiesta precrisis. El dinero que desapareció es irrecuperable, las "ilusiones pérdidas" en palabras de Balzac. EE.UU. no puede vivir del consumo y el endeudamiento, el sistema financiero debe reengancharse a la economía real y el dinero tener una relación con los bienes y servicios que se ofrecen y prestan, la economía debe que ser más productiva y la sociedad más igualitaria.
Para ello tiene cuatro proyectos principales, cuya base es la innovación. Regular y supervisar el sistema financiero de manera coordinada con el resto del mundo, para ello cuenta con el entusiasta apoyo del G-20. Dar un salto tecnológico hacia una economía verde, desde los automóviles hasta las fuentes de energías renovables. Extender el seguro de salud prácticamente a todos los norteamericanos. Hacer una fuerte inversión en educación primaria y secundaria. Y financiarlos con un impuesto progresivo. No es el Estado del bienestar o la economía social de mercado a la europea, pero se acerca.
Estas externalidades, como las llaman los economistas, tienen una fuerte importancia económica. Así, por ejemplo, según el estudio Impacto Económico de la Brecha de los Logros de la Educación Secundaria Norteamericana de la firma McKinsey, si EE.UU. tuviera los niveles de rendimiento escolar de Corea del Sur o Finlandia, su PIB sería entre 10 y 18% más alto. Y sin considerar el desperdicio de talentos en el sector financiero en los años que nos llevaron a la crisis. En otras palabras, limitar la educación de excelencia a los colegios de la cota mil es sabotear la economía.
En política internacional Obama también es innovador. El contexto es propicio para soluciones multilaterales, según Kissenger. Ciertos problemas son obviamente comunes, el medio ambiente, la energía y la proliferación de armas nucleares para citar algunos. A lo que se suma que la crisis económica nos afecta a todos, y absorbe nuestra atención. Todo ello fortalece la interdependencia y debilita el soberanismo, lo que facilita el concierto entre países, como lo demuestra el aumento de "cumbres", aunque puede haber escapismos patrioteros.
Obama salió a encantar al mundo sobre la base de realidades, en búsqueda de intereses comunes, a escuchar y ser escuchado con respeto mutuo. El G-20 sustituyó al G-7 para enfrentar la crisis económica e intentar una nueva arquitectura financiera internacional para evitar la repetición. Entreabrió la puerta a Irán y Cuba para terminar con confrontaciones que no llevan a ninguna parte. Apretó el botón de reinicio en las negociaciones de desarme nuclear, en la reestructuraciones de las organizaciones financieras internacionales, en las relaciones con Rusia, China, la Otan, la Unión Europea, los países musulmanes, Brasil, México, Unasur y países latinoamericanos en general, etc.
La acción de Obama me recuerda, y no solamente a mí, la de Gorbachov para superar las restricciones ideológicas que llevaban a su país a la ruina. Autocriticó a su país, lo que es rarísimo en un presidente norteamericano, por la crisis económica en el G-20 y por la violencia del narcotráfico en la frontera con México al visitar ese país. Y su Secretaria de Estado, en China, por la emisión de gases de invernadero.
Al preguntársele en Puerto España sobre la doctrina Obama, contestó que pretende decirle al mundo que su país, poderoso y rico, comprende que es sólo uno entre muchos, que otros tienen también buenas ideas (manifestó su admiración por las misiones médicas cubanas) y que sus intereses no pueden ser ignorados. Agregó que lo que mejor representa a su país es vivir de acuerdo a ideas y valores universales, pero que también hay que respetar la variedad de culturas y perspectivas que guían a sus amigos y adversarios.
El Presidente concluyó: "Creo firmemente que si estamos dispuestos a liberarnos de los argumentos e ideologías del pasado, y actuamos como lo hicimos en esta Cumbre, con sentido de responsabilidad, respeto e interés mutuos, cada uno de nuestros países puede salir del reto de este período más fuerte y próspero, y podemos aumentar las oportunidades, la igualdad y la seguridad de las Américas".
Obama es pragmático y perseverante. Llega a acuerdos cuando es posible, y si no lo es, siembra, cultiva y espera la cosecha, tanto dentro como fuera de su país. Algunas cosas le son prioritarias y otras no. A vía de ejemplo, si es cierto que Hillary Clinton malinterpretó a Raúl Castro como dijo Fidel, simplemente no le prestará más atención, y se limitará a dejar la puerta entreabierta. Y si el Congreso le rechaza un financiamiento a sus proyectos, le pedirá que proponga una alternativa, y ya lo hizo. Por otra parte, tiene confianza que en las materias que realmente importan encontrará suficientes aliados, como consecuencia de su estrategia de hacer política, construir alianzas y enfriar enemistades.
Este estilo de actuar en los círculos dirigentes de EE.UU. es una revolución. Sus líderes tienen el complejo del macho alfa. Recordemos que los gerentes de los bancos de inversiones, hoy desaparecidos por la crisis, eran llamados "los amos del universo".
Con todo, Obama sigue siendo muy popular, según una última encuesta, 63% versus 26% de sus conciudadanos apoyan su gestión (el único personaje más popular es su cónyuge, Michelle). Y parece que aprendió las lecciones históricas de Reagan y Gorbachov, para cambiar un país, para bien o para mal, es indispensable contar con un gran apoyo ciudadano.
Por Iván Auger - El Mostrador.
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