"...el gobierno de los Estados Unidos está logrando amarrar alianzas bilaterales diplomáticas, comerciales y de seguridad con los gobiernos latinoamericanos claramente democráticos, sean de centroizquierda o de centroderecha, así como construir un nuevo entendimiento interamericano cuyas bases aspira sentar en la próxima Cumbre de Las Américas de mediados de abril en Trinidad y Tobago. De lograrlo, el liderazgo de Hugo Chávez quedará confinado a los miembros del ALBA, un proyecto que se debilita en la medida que merman los petrodólares venezolanos".
El mundo tiene los ojos puestos en la crisis económica mundial y en todos los esfuerzos individuales y colectivos para enfrentarla. No quiere divisiones ni confrontaciones; quiere unidad de acción entre todos los países democráticos. La atención se dirige en particular hacia Londres, a la reunión del G-20, donde se aspira que sus líderes no sólo asuman medidas concretas para poner en marcha la recuperación de la economía global, sino para que también inicien un nuevo consenso mundial, una nueva clase de cooperación económica y política internacional.
Pasando por alto ésta y otras graves realidades sobre todo en el área doméstica (o tal vez intentando huir de ellas), el presidente Hugo Chávez ha emprendido otro de sus acostumbrados combates diplomáticos en contra de la comunidad democrática internacional. Esta vez en el marco de su gira por algunos países asiáticos.
Desde su primera parada en Qatar, para participar en la segunda cumbre de América del Sur – Países Árabes (ASPA), salta a la vista el principal interés de su periplo: lograr la atención y el protagonismo que cada vez le cuesta más obtener en América y en Europa, donde las nuevas estrellas ahora son Barack Obama y Lula da Silva, así como intentar sabotear todo esfuerzo multilateral que no esté bajo su égida.
Ello explica la conducta desafiante y hasta extravagante de Hugo Chávez en la ciudad de Doha, donde no se conformó con fustigar al nuevo gobierno de los Estados Unidos y a apelar a la comunidad árabe para lograr un nuevo mundo sin capitalismo ni imperialismo. En ese foro también atizó a la presidenta chilena Michelle Bachelet por haber invitado al vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, y al primer ministro británico, Gordon Brown, a la Cumbre de Líderes Progresistas recién celebrada en Chile; una reunión en la que se buscó dar respuesta a la crisis mundial con una visión de centroizquierda, y a la que no fue invitada Venezuela ni aquellos países latinoamericanos considerados del bloque de la izquierda radical. Chávez acusó a Bachelet de "amenazar" la unidad suramericana, lo cual provocó un inmediato rechazo por parte de su gobierno.
Seguramente esta desproporcionada e inadecuada reacción también se debe al malestar del mandatario venezolano por la hasta ahora fructífera avanzada diplomática que ha estado desarrollando la administración Obama en América Latina que incluye, entre otras, las siguientes acciones: el encuentro entre los presidentes Obama y Lula Da Silva para dejar claro no sólo la alianza estratégica entre ambos, sino la preferencia del primero por el segundo en cuanto a liderazgo regional se refiere; la llamada personal de Obama al recién electo presidente de El Salvador, Mauricio Funes, quien de inmediato aclaró que seguirá el modelo de izquierda de Lula, no el de Chávez; el viaje de la Secretaria de Estado Hillary Clinton a México, en donde reconoció la responsabilidad de EE.UU en el problema de las drogas y estableció programas conjuntos para su lucha; y los viajes del vicepresidente Joseph Biden a Chile y Costa Rica, y los del subsecretario para el hemisferio occidental, Thomas Shannon, a Centroamérica.
Con este acercamiento, el gobierno de los Estados Unidos está logrando amarrar alianzas bilaterales diplomáticas, comerciales y de seguridad con los gobiernos latinoamericanos claramente democráticos, sean de centroizquierda o de centroderecha, así como construir un nuevo entendimiento interamericano cuyas bases aspira sentar en la próxima Cumbre de Las Américas de mediados de abril en Trinidad y Tobago. De lograrlo, el liderazgo de Hugo Chávez quedará confinado a los miembros del ALBA, un proyecto que se debilita en la medida que merman los petrodólares venezolanos.
Y para llamar aún más la atención mundial, en la Cumbre de Doha Chávez se unió al respaldó que los líderes árabes le dieron al presidente sudanés, Omar al Bashir, a quien la Corte Penal Internacional emitió recientemente una orden de arresto en su contra por crímenes de guerra y lesa humanidad en Darfur. Atribuyendo esta decisión al “cinismo” de los países desarrollados, instó al ente a perseguir al ex mandatario “genocida” George W. Bush”. A manera de desagravio por “el atropello de la CPI”, Chávez invitó al cuestionado mandatario de Sudán a visitar Venezuela.
Sin duda, esta postura aparta aún más al gobierno venezolano de la institucionalidad democrática y del derecho internacional. Cabe recordar que Venezuela es uno de los países firmantes del Estatuto de Roma que reconoce la legitimidad de la CPI y por ello estaría obligado a ejecutar la orden de arresto emitida por el tribunal al mandatario sudanés.
La postura desafiante mostrada en Qatar, seguramente signará las visitas de Hugo Chávez a Irán, China y Japón, aunque en este último país es previsible que utilice un tono más moderado. Y no sólo porque allí no tendrán eco las propuestas anticapitalistas y antiestadounidenses, sino porque su principal interés con el gobierno nipón es lograr el impulso de las exportaciones venezolanas a Japón y el apoyo de Tokio a los proyectos de explotación de gas natural líquido en Venezuela.
Los costos internos
A la vez, esta nueva gira internacional del presidente Chávez está produciendo especial malestar en la población venezolana. No se entiende por qué tiene que ausentarse del país en un momento de grave crisis nacional, en el que el gobierno emprende una serie de medidas de ajuste económico y solicita austeridad a la empobrecida sociedad; un momento en que proliferan las protestas de los gremios y los sindicatos exigiendo justas reivindicaciones.
Se juzga incongruente que un día después de haber firmado el Decreto para la Eliminación del Gasto Suntuario o superfluo en el sector público nacional, el presidente solicite a la Asamblea Nacional que le apruebe un viaje que no se ve necesario y se estima muy costoso. Según el ex diputado de la Asamblea Nacional y director nacional del partido Proyecto Venezuela, Carlos Berrizbeitia, sólo las visitas a Qatar, Irán y Japón significan una erogación de más de 1.631.200 dólares, considerando la tasa oficial.
Además, apartando quizás su asistencia a la II Cumbre del ASPA a la cual ya estaba comprometido, para muchos venezolanos no se justifica que Chávez vaya a Japón y menos a Irán y China cuando los intercambios oficiales y los acuerdos firmados con estos países han sido numerosos. Hace pocas semanas estuvo en Japón el ministro de Energía de Venezuela, Rafael Ramírez, con motivo de la firma de un memorando de entendimiento para el desarrollo energético. Y con Irán y China los contactos y visitas entre funcionarios de alto nivel son permanentes. Con ellos ya están en marcha diversos proyectos de cooperación científica, agrícola, energética, industrial y en especial militar ¿Es pues imprescindible la presencia presidencial?, ¿por qué no enviar al canciller Nicolás Maduro?
Por María Teresa Romero - Especial para Infolatam.
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