Oportunidades en vez de regalos:
Cuando se inició Un Techo para Chile, había 135 mil familias en el país que vivían en campamentos. Hoy quedan menos de 25 mil. Los organizadores de este programa confían en que para 2010, año del Bicentenario de la Independencia, ya no quede ninguna. La necesidad de luchar contra la pobreza extrema ha logrado crear un programa que ha reducido sensiblemente el déficit habitacional, mediante la entrega de viviendas de emergencia o mediaguas. La idea ya ha sido exportada a Perú, México, Costa Rica, El Salvador, Colombia, Uruguay y Argentina. Pronto empezará también en Brasil. El sacerdote jesuita Felipe Berríos del Solar, de 50 años, impulsor de esta iniciativa, cree que “nosotros estamos aprovechando la capacidad creativa y de innovación que hay en las mismas personas de los campamentos; de ahí hemos aprendido mucho, sobre todo que la verdadera innovación y el verdadero emprendimiento nacen y pasan por el dolor, por el fracaso. Yo creo que lo que estamos haciendo es hacer realidad los sueños del Padre Hurtado”.
Para entender la concepción de esta iniciativa, nada mejor que escuchar la forma en que se presenta su autor: “Soy de profesión artesano y mi oficio sería en todo amar y servir”.
La idea de Un Techo para Chile partió en 1997 al término de unas misiones universitarias de la Universidad Católica en Curanilahue, en la Octava Región. Al construir una capilla, los organizadores, sacerdotes y estudiantes se dieron cuenta, durante la construcción, que había que hablar de otra forma de Dios si la gente vivía en condiciones de miseria. Felipe Berríos cuenta que “comenzamos a operar en INFOCAP (“Universidad del Trabajador”) porque aquí venían trabajadores que viven en campamentos y venían universitarios a hacer clases. Aquí estaba el ambiente propicio para comenzar con esto y aprovechar las mismas instalaciones”. Mediante un sistema de donaciones, que también se reciben por Internet, comenzaron a recaudar recursos.
En suma, los factores determinantes para que esta idea fructificara fueron la fuerza, la entrega y la credibilidad que expresaban los jóvenes voluntarios. “Los jóvenes dan confianza, contagian con su fuerza, su energía, su generosidad”. Pero hay también una segunda consideración: “la necesidad misma de la gente de los campamentos, gente que no pedía regalos, sino que oportunidades”, comenta Berríos.
Cuando se inició Un Techo para Chile, había 135 mil familias en el país que vivían en campamentos. Hoy quedan menos de 25 mil. Los organizadores de este programa confían en que para 2010, año del Bicentenario de la Independencia, ya no quede ninguna. La necesidad de luchar contra la pobreza extrema ha logrado crear un programa que ha reducido sensiblemente el déficit habitacional, mediante la entrega de viviendas de emergencia o mediaguas. La idea ya ha sido exportada a Perú, México, Costa Rica, El Salvador, Colombia, Uruguay y Argentina. Pronto empezará también en Brasil. El sacerdote jesuita Felipe Berríos del Solar, de 50 años, impulsor de esta iniciativa, cree que “nosotros estamos aprovechando la capacidad creativa y de innovación que hay en las mismas personas de los campamentos; de ahí hemos aprendido mucho, sobre todo que la verdadera innovación y el verdadero emprendimiento nacen y pasan por el dolor, por el fracaso. Yo creo que lo que estamos haciendo es hacer realidad los sueños del Padre Hurtado”.
Para entender la concepción de esta iniciativa, nada mejor que escuchar la forma en que se presenta su autor: “Soy de profesión artesano y mi oficio sería en todo amar y servir”.
La idea de Un Techo para Chile partió en 1997 al término de unas misiones universitarias de la Universidad Católica en Curanilahue, en la Octava Región. Al construir una capilla, los organizadores, sacerdotes y estudiantes se dieron cuenta, durante la construcción, que había que hablar de otra forma de Dios si la gente vivía en condiciones de miseria. Felipe Berríos cuenta que “comenzamos a operar en INFOCAP (“Universidad del Trabajador”) porque aquí venían trabajadores que viven en campamentos y venían universitarios a hacer clases. Aquí estaba el ambiente propicio para comenzar con esto y aprovechar las mismas instalaciones”. Mediante un sistema de donaciones, que también se reciben por Internet, comenzaron a recaudar recursos.
En suma, los factores determinantes para que esta idea fructificara fueron la fuerza, la entrega y la credibilidad que expresaban los jóvenes voluntarios. “Los jóvenes dan confianza, contagian con su fuerza, su energía, su generosidad”. Pero hay también una segunda consideración: “la necesidad misma de la gente de los campamentos, gente que no pedía regalos, sino que oportunidades”, comenta Berríos.
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A los jóvenes, la experiencia de trabajar como voluntarios en todo Chile les brinda la oportunidad de conocer y ayudarse mutuamente con familias que viven en una realidad distinta. Según el capellán Berríos, el éxito de Un Techo para Chile explica así: “no fue por astucia marketera nuestra ni porque somos buenos emprendedores, sino porque nos metimos en una realidad que el país había tapado”. Entre los proyectos para seguir creciendo se cuenta la idea de levantar, ahora, viviendas definitivas junto a los pobladores.
Capellán Felipe Berríos
Capellán Felipe Berríos
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