El restorán de Colonia Dignidad: una fábula alemana que merece conocerse detalle a detalle. Así tituló el vespertino La Segunda un reportaje de tres páginas y 16 fotos, en su edición del viernes 22 de enero de 1988. Promocionaba no sólo las bondades gastrónomicas del “casino-familiar” emplazado en Bulnes, sino también su disciplina y moralidad. Firmado por la periodista Luz Maria Astorga, reparaba con entusiasmo en el letrero del acceso a la zona de camping: Sólo para matrimonios y familias. Y profundizaba en su relato: Se exige carnet de identidad y libreta de familia, porque según el administrador “la moral es siempre una”. Entonces, si el turista cumple los requisitos, puede acercarse a la ribera del Itata (…) En el restorán, mozos jóvenes, de pelo cortísimo y cuellos anchos, visten chaqueta blanca, pantalón azul marino, zapatón negro o sandalias café. Rubios, rubicundos, hablan despacio (…). Con una demanda altísima, el personal de planta no da abasto y es por esto que cada sábado y domingo llegan 30 jóvenes desde la colonia.
Aquel administrador tan celoso de las buenas costumbres era Gerhard Mücke, hoy condenado en primera instancia como cómplice de los ataques sexuales contra niños cometidos por el predicador evangélico Paul Schäfer, el autoritario regente de la Colonia Dignidad durante casi cuatro décadas. Y aquellos mozos adolescentes, silenciosos y rubicundos -varios de ellos también abusados en su infancia por el ex jerarca- hoy cuentan los verdaderos detalles que valía la pena conocer de aquella “fábula alemana”:
-Nosotros trabajábamos toda la semana -recuerda Martin Matthusen- arreglando caminos, cosechando, reparando techos, lo que fuera. No parábamos. Y el fin de semana, en vez de descansar, nos subían a un bus y nos llevaban a trabajar en el restaurante de Bulnes. Volvíamos el domingo de noche, cansados. Y a esa hora Schäfer nos interrogaba, uno a uno, por separado, sobre lo que habíamos hecho, si sabíamos de algo malo hecho por otra persona y si en el restaurante de Bulnes la gente nos hacía preguntas sobre Villa Baviera.
Las extrañas reglas del juego
Martin Matthusen Gerlach tiene ahora 40 años y se convirtió en presidente del directorio de Cerro Florido, una de las principales empresas de Villa Baviera. Y ha sido el artífice, junto a los miembros del directorio de Abratec S.A. -el otro brazo fuerte del holding- de la oferta al gobierno de un pozo superior a $ 1.400 millones para indemnizar a las víctimas sexuales de Paul Schäfer. A cambio, piden que el Consejo de Defensa del Estado (CDE) desista de las medidas judiciales precautorias que mantienen bajo embargo todos sus bienes -incluidas las 16.000 hectáreas de sus terrenos- lo que tiene a sus empresas al borde de la quiebra ( ver reportaje “Crisis en ex Colonia Dignidad desata pugna por la fortuna que ocultó Schäfer)
Matthusen y los otros 12 miembros de los directorios rechazan las acusaciones que indican que el patrimonio con el que desean reparar los abusos del ex jerarca puede ser fruto de actos ilícitos, como el mal uso de franquicias tributarias destinadas a beneficencia o el tráfico de armas. A su juicio, la “segunda generación” de Villa Baviera también fue víctima de los abusos de Schäfer y trabajó entre 30 y 40 años, sin remuneración, para construir el holding que hoy los ex colonos que permanecen en la ex Colonia Dignidad aspiran a administrar sin trabas judiciales.
En 1985, cuando se inauguró el casino-familiar de Bulnes, Matthusen era un quinceañero. Formaba parte de un grupo de unos 30 jóvenes de entre 14 y 20 años. Hans Schreiber Nill (37 años), ahora miembro del directorio de Abratec, también era parte de ese grupo:
-Era como una especie de cuadrilla de trabajo -recuerda Schreiber- y a donde nos mandaban, íbamos. Trabajábamos todo el día en el campo o en un camino o arreglando cañerías. Y yo iba feliz. Pensaba que así era la vida, que todo eso era normal.
El descanso, las vacaciones, el premio, consistía en que el grupo partiera al interior del fundo a acampar en medio del bosque nativo. Las fogatas al aire libre eran la entretención suprema. Y el castigo físico -la receta de Schäfer para sacarles el demonio- iba desde golpes con palos o mangueras de goma, hasta la aplicación de sedantes y electroshock.
Hoy, Hans Schreiber sabe que no fue normal que los hicieran trabajar siendo menores de edad. Tampoco que no les pagaran, que no les dieran vacaciones, que los sometieran a castigos físicos y que no les dejaran asistir al colegio ni vivir con sus padres. Eso, a pesar de que su papá -Albert Schreiber- fue un colono de extrema confianza de Schäfer, al punto que hacía los depósitos en efectivo en fondos mutuos, desde donde se sospecha que el jerarca sacó ilegalmente la fortuna que hoy mantiene oculta en el extranjero.
-Yo creo que en toda mi vida no conviví más de diez semanas con mi papá y mi mamá. Después que se fue Schäfer, mi papá tuvo problemas con la justicia y regresó a Alemania con mi mamá y un hermano. Entonces lo fui a ver. Y después, cuando nos avisaron que ya estaba muy grave, en la villa hicieron una colecta para que volviera a visitarlo con otro hermano. Y eso sería todo lo que viví con ellos -rememora Schreiber.
Martin Matthusen -cuyo padre también murió- cuenta que sus papás fueron perfectos desconocidos para él hasta casi los 30 años:
-No nos estaba permitido hablar a solas con nuestros padres. Yo sabía quiénes eran mis papás, pero no me hacían cariño o cosas así. A veces, uno se encontraba en el comedor con ellos y eso era todo. Pero yo notaba que mi mamá me miraba más, así como de reojo. Recuerdo que, una vez, ella estaba trabajando en la carnicería y me dio unos trocitos más grandes para comer. Si nos pillaban, eso era una falta grave.
Bajo el régimen impuesto por Schäfer, los matrimonios vivían separados. Los niños más pequeños crecían en un pabellón especial a cargo de “tías”. Después, las chicas y los jóvenes eran separados y residían en dormitorios colectivos, en habitaciones con dos o tres camarotes donde sólo tenían una silla para dejar su ropa y no podían cerrar la puerta con llave. Incluso, estrechar lazos entre hermanos del mismo sexo era castigado. Nadie podía salir del fundo sin un permiso de Schäfer y sólo podían hacerlo de a dos, como mínimo, siempre que no fuesen personas muy cercanas entre ellos, para que se delataran si hacían contacto con extraños. La amistad sólo era permitida entre miembros del mismo sexo y el “enamoramiento” sin permiso se castigaba duramente.
Hasta la fuga del jerarca -en 1997- existían muy pocos televisores y sólo en manos de algunos dirigentes (como el propio Schäfer y el doctor Harmut Hopp). Los jóvenes asistían a una “escuela interna”, sin acreditación de acuerdo a las leyes educacionales chilenas. Entre 1961 y 1998 sólo dos personas -una de ellas el doctor Hopp- pudieron estudiar. A los que estaban en edad de trabajar, jamás les pagaron un sueldo, aunque firmaban todas las liquidaciones como si lo hubiesen recibido. Y recién en 1990 comenzaron a pagarles remuneraciones y las imposiciones previsionales.
La plaza pública
Cuando la tarde cae en Villa Baviera los hombres y las mujeres vuelven del trabajo en el campo. Los talleres, la cocina industrial, la carnicería y la panadería se apagan y sólo quedan algunos operarios limpiando las maquinarias. Pasadas las 18:00 los cuidados jardines que rodean la antigua residencia de Schäfer y el salón donde dictaba sus prédicas -ahora transformado en el restaurante Zippelhaus-, se convierten en una verdadera plaza pública. Los matrimonios jóvenes -es un decir, porque bordean los 40 años- salen a pasear con sus hijos. A tomar un poco de aire antes de encerrarse en los pequeños departamentos que habilitaron en el antiguo pabellón de dormitorios, donde apenas cabe su cama, las cunas de sus hijos y un par de muebles.
Los ancianos se sientan en los bancos o caminan bajo un largo parrón de pilares blancos. La característica que los une es que todos desvían la mirada ante la presencia de un extraño y rehuyen la conversación y sobre todo las fotos.
-Están cansados de la prensa después de tantos años de allanamientos… y… también les da vergüenza haber aceptado todo lo que pasó –le dice a CIPER un joven colono.
-Todavía hay algunos que creen que el tiempo pasado era mejor, pero ya están completamente retirados de todo. Les molesta la música hasta tarde y que se beba alcohol cuando se hacen matrimonios –acota otro colono.
Los eventos y casamientos aún son una novedad y llenan el predio de extraños. Se hacen en una carpa similar a la del casino de Bulnes y son parte de un plan para desarrollar el turismo. Lo impulsa Anne Schnellemkamp (32 años), quien inauguró el Zippelhaus, capacitó al personal y consiguió apoyo de Sercotec para iniciar las obras que convertirán el principal edificio de la villa en un hotel. Los turistas ocuparán las antiguas oficinas de la era Schäfer, ubicadas sobre la gran cocina y contiguas al inmueble que albergó la sala de vigilancia (la central de las cámaras, micrófonos y sensores ocultos, que contaba con un pasadizo secreto al estilo del Súper Agente 86).
Hasta 1997 los matrimonios entre los colonos los autorizaba Schäfer. Después de su fuga, “un consejo de ancianos” mantuvo el régimen hasta 2004-2005. A Martín Matthusen, por ejemplo, los jerarcas le prohibieron casarse con la mujer que él amaba. “La niña más bonita de la villa”, dice y esboza una sonrisa recordando que después logró casarse con ella. Estos gestos fueron profundizando una brecha generacional que comenzó a abrirse el mismo día en que Schäfer huyó.
-Era un domingo. Y cuando esa noche volvimos de Bulnes, no se hizo la reunión en la que nos interrogaba. Pero no nos dimos cuenta de inmediato. Pasó el lunes, el martes y recién el miércoles comenzó a correr el rumor de que se había ido…-recuerda Matthusen
Desde entonces, poco a poco, el control se relajó. Los reportes diarios de toda la actividad económica que el predicador exigía, pasaron al olvido. “Antes, después del trabajo, el descanso consistía en ensayar en la orquesta, porque todos tenían que tocar dos o tres instrumentos. Y después del ensayo, Schäfer predicaba en el mismo salón de actos”, cuenta un asesor de los ex colonos.
En esas intervenciones, Schäfer los enviaba a dormir convencidos de que el sistema los protegía de las tentaciones del demonio, cuyo reino imperaba más allá de las vallas con sensores y del alcance de los perros adiestrados dispuestos a disuadir a los que querían entrar o salir sin permiso. Debían dar gracias, porque su pesado trabajo diario no sólo era recompensado con comida y una cama, sino con la satisfacción de aportar a la mantención de una comunidad profética y a su obra de beneficencia.
Agresiones sexuales
En 1998 y 1999 se produjo un hito: algunos jóvenes fueron autorizados a salir del enclave para regularizar sus estudios secundarios. Por primera vez el grupo convivió con gente normal y, sobre todo, con personas del sexo opuesto, sin más límites que los que ellos quisieran establecer.
-Yo también soy víctima -señala Thomas Schnellenkamp (39 años), miembro del directorio de Abratec- , aunque nunca recurrí a la justicia. Los jóvenes de Villa Baviera fuimos víctimas de un sistema totalitario. A los 33 años terminé mi cuarto medio y sólo recientemente, en diciembre, me titulé como ingeniero comercial en la Universidad del Bío Bío. Me casé y ahora me siento feliz. Tengo una hija y la segunda está por llegar. Años atrás para mí no existía la posibilidad de tomar esas decisiones. Paul Schäfer no me lo habría permitido. Y yo ni me habría atrevido a preguntarle.
A comienzos de esta década, 20 jóvenes fueron autorizados a seguir estudios superiores. Pero no pudieron escoger sus carreras. Anna Schnellemkamp soñaba con ser profesora básica, pero la enviaron a estudiar Cocina Internacional a Inacap. Terminó con el premio a la excelencia académica de su promoción, pero cuenta que “prácticamente estudié llorando”.
Sólo la mitad de los que partieron a estudiar, volvió. Los que regresaron mencionan como principal motivo la “compasión”, un rasgo acentuado por el origen religioso de la comunidad, aunque hoy nadie está obligado a participar en los oficios:
-Vi a los jóvenes que se habían quedado trabajando acá -dice Anna- sin poder estudiar y sentí compasión. Sentí una responsabilidad con ellos, con los que quedaron muy tristes cuando nosotros partimos a estudiar. Cuando volví me quedé para ayudarlos porque nadie se preocupaba ni de sus horarios de trabajo ni de sus días libres.
La otra razón que los ata a la villa es la gran cantidad de ancianos que necesitan atención y que durante años trabajaron sin remuneración para la comunidad. Nunca fueron del grupo de jerarcas y ya no tienen parientes. La comunidad está compuesta por 87 personas laboralmente activas y 97 pasivas, de las cuales 62 son ancianos. Para atenderlos, los ex colonos organizaron la Fundación Perquilauquén, que cuenta con 119 socios que costean los gastos médicos de la población pasiva y pagan el bus que lleva a los escolares de la zona a la escuela local.
La oportunidad de regularizar la enseñanza media y luego matricularse en instituciones de otras ciudades (Concepción, Chillán y Santiago) para cursar la superior, les abrió los ojos. Los varones comprendieron que la nula formación que tenían en temas sexuales había facilitado a Schäfer abusar de ellos. “Yo supe a los 28 años, que eso estaba relacionado con tener hijos. No sabía nada”, dice uno de ellos.
Aunque hasta hace muy poco había muchos que negaban los abusos de Schäfer, ya en los procesos seguidos en los años 60 “por sodomía” en Dignidad -y que fueron sobreseídos-, hay testimonios que corroboran las insólitas formas en que los jerarcas abordaban los temas sexuales. Un informe de la Juventud DC de Parral enviado al entonces Presidente Eduardo Frei Montalva en 1967, reproduce las declaraciones judiciales del joven fugado de la Colonia, Wolfgang Muller, quien reveló haber sido sometido y haber presenciado en Villa Baviera prácticas homosexuales: “Esos hechos no trascendieron a las demás personas de la colonia y, por lo que yo sé, sólo lo supo Schmidt (se refiere a Hermann Schmidt Georgi, brazo derecho de Schäfer y presidente de la Sociedad Benefactora Dignidad). En cuanto a las preguntas que el tribunal me hace acerca de si la directiva de la colonia toleraba actos homosexuales (…), puedo declarar que en los casos que he relatado no se tomó ninguna medida para sustraernos a estas inclinaciones ni se nos aconsejó en ese sentido”.
La vigilia permanente
La explanada a la entrada de Villa Baviera que cada semana recibía a cientos de personas que solidarizaban con Dignidad cuando en 1990 el gobierno inició los trámites para quitarle la personalidad jurídica, hoy está cubierta de arbustos. La galería de concreto, el escenario, la caseta para la amplificación y una suerte de arco del triunfo en estructura de acero que Schäfer mandó a hacer en tiempo récord, ahora forman un reino donde los monarcas son el óxido y la maleza.
Ni siquiera quedan rastros de los grupos de “Amigos de Villa Baviera” que entonces proliferaron en Talca, Parral, Chillán, Concepción y sus puntos intermedios. Ni de los políticos que solidarizaban en ese mismo escenario o través de los diarios, denunciando la acción gubernamental como una “campaña política” y un atentado a la propiedad. También como un golpe al ejemplo de moral que imperaba en el reducto.
El principal espaldarazo que recibió Schafer ocurrió el 21 de marzo de 1991, cuando casi la totalidad de los senadores de derecha presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional para anular el decreto que ponía fin a Dignidad. Fueron 17 los senadores que lo firmaron. Uno de los que rehusó suscribirlo fue Sebastián Piñera, a pesar de las fuertes presiones que ejercieron sus colegas de bancada. Tres meses más tarde el tribunal desestimó el recurso , pero tanto RN como la UDI apuntalaron con gran despliegue en los medios todas las estrategias judiciales que dilataron la cancelación hasta 1996.
Esos años de ventaja que logró Schäfer gracias a ese fuerte apoyo político y múltiples recursos judiciales, le permitieron abusar de 11 menores, delitos por los cuales hoy está encarcelado. En efecto, una de las estrategias ideadas por el ex jerarca para demostrar que en la villa no había secretos, fue abrirla a niños de escasos recursos de las zonas aledañas (Catillo, San Fabián y San Carlos), con los que formó la “Juventud en Vigilia Permanente”, la que operó entre 1991 y 1996. Todos los menores abusados eran hijos de familias que apoyaban la mantención de Dignidad. Por eso, el ex jerarca no pudo acusar una “campaña política” cuando 26 de estas familias -aunque sólo 11 lo ratificaron en una querella- denunciaron que sus hijos habían sido abusados por el líder de la Colonia.
El predicador había pasado varios años sin niños en Villa Baviera. Quizás como una forma de evitar la tentación, prohibió los matrimonios de personas en edad fértil y entre 1984 y 1996 no hubo nacimientos en Dignidad. Y tal vez por eso, cuando en 1991 decenas de menores entraron al recinto, se descontroló. Si antiguamente tomaba precauciones -le llevaban los niños hasta un baño aledaño a su habitación y protegido por múltiples sensores externos de movimiento-, en los años de la Vigilia Permanente organizó hasta “duchas colectivas”. Parece un contrasentido, pero los peores crímenes sexuales de Schäfer -como lo ha denunciado el abogado de sus víctimas, Hernán Fernández-, fueron cometidos cuando ya había retornado al país la democracia.
La multiplicación de las sociedades
Después de la fuga de Schafer -en 1997- la autoridad recayó en un grupo de fundadores compuesto, entre otros, por Hans Riesland, Hans Blanck, Gerd Seewald, Kurt Schnellemkamp, Karl Van Der Berg y Rudolph Collen. A ellos se sumaba, aunque era de una generación posterior, el doctor Harmut Hopp. En un comienzo ellos decidían sobre los matrimonios y quiénes y qué podían estudiar. Pero el grupo fue perdiendo poder. Los golpes más duros al antiguo régimen fueron la fuga de Riesland a Alemania, la condena por evasión tributaria a Schnellemkamp, el encarcelamiento de Hopp, la muerte de Blanck y la salida de Collen, que se radicó en Los Ángeles (Bío Bío). Además del descubrimiento de los contenedores con armas enterrados en el predio y el encarcelamiento del propio Schäfer (2005).
En 1998 ya había dejado la villa el encargado de seguridad de Schäfer, Erwin Fege Fabian, quien manejaba el sistema de espionaje electrónico y los perros adiestrados. Fege se avecindó en Purranque, donde compró un campo e instaló la sociedad Agroindustrial Tierra Nueva. Según señaló a CIPER, partió con otros cinco familiares y todos pidieron $25 millones por los años que trabajaron sin remuneraciones para la Colonia. Martin Matthusen asegura que en la contabilidad de las empresas no hay registro de ese pago.
Los largos años de allanamientos y juicios, convencieron a muchos colonos de que debían irse. De los 304 que había en 1990, 82 han viajado a Alemania, uno a Austria y 37 se radicaron en diversos puntos de Chile. Otros también se convencieron de que las las sociedades vinculadas al holding serían liquidadas por los embargos judiciales impuestos por el Estado. Y, por lo mismo, residentes y ex residentes de Villa Baviera, a pesar de que mantienen sus acciones del holding, formaron otras 17 sociedades comerciales.
No obstante el millonario patrimonio, hay ex colonos que viven situaciones económicas complicadas. Son aquellos que en la época de Schäfer, cuando se formaron las sociedades matrices del holding, no pudieron comprar el mínimo de 360 acciones que se requería o bien no fueron considerados por la jerarquía para participar en el negocio. Estas sociedades anónimas matrices son Agripalma, Bardana y Cinoglosa (ABC), propietarias en partes iguales de Cerro Florido y en un 70% de Abratec (el 30% restante pertenece a 76 ex colonos accionistas). Si se comparan las nóminas de accionistas (Agripalma – Bardana – Cinoglosa – Abratec - Nómina de los accionistas que tienen mayor propiedad sobre estas empresas) con la lista histórica de los residentes de la villa, se observa que hay a lo menos 40 ex colonos que no tienen propiedad en las empresas aunque muchos de ellos aportaron a ese patrimonio trabajando durante 30 ó 40 años sin sueldo. Siete de ellos son representados hoy por el abogado Hernán Fernández, quien exige una indemnización para sus clientes. Franz Baar (55), uno de los que reclaman su parte, vive hoy junto a una ex colona en una mediagua sin servicios básicos, en el riguroso clima de la Carretera Austral.
Tanto en Villa Baviera -que pasó el martes 24 de marzo sin electricidad por un corte ejecutado por no pago de facturas-, como en otros puntos de Chile, Alemania y otros países, hay muchos ex colonos con los ojos puestos en el ansiado levantamiento de las medidas cautelares sobre sus 16 mil hectáreas y bienes muebles. Un pozo de dinero los espera. Pero la última palabra, de no fructificar la negociación en curso con el gobierno, la tendrán los tribunales.
Documentos falsificados
En abril de 1988, Schäfer ordenó constituir Abratec S.A., la que compró casi todos los bienes muebles de la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad (SBED). En noviembre de 1989, a sólo días de que Patricio Aylwin se convirtiera en Presidente electo, Schafer puso en marcha la segunda parte del plan que dio origen al holding de Villa Baviera, creando las sociedades anónimas Agripalma, Bardana y Cinoglosa (ABC). Aylwin había sido el político que más tenazmente había procurado cerrar la Colonia en los años 60. Y tal como lo previó Schafer, una vez instalado en La Moneda, volvería a la carga.
El capital de ABC quedó conformado por inmuebles que pertenecían inicialmente a una sociedad llamada Cerro Florido Colectiva Civil. El patrimonio de está última eran las 22 propiedades que estaban en manos de la SBED (las casi 15 mil hectáreas del fundo de Villa Baviera, el fundo de Bulnes y la casa en Campos de Deportes 817), porque estos inmuebles no pertenecían a esa corporación -como creía el gobierno- sino a 30 colonos que eran cercanos a Schäfer.
El Consejo de Defensa del Estado (CDE) intenta probar que hubo contratos simulados para traspasar inmuebles comprados con dinero de la SBED a manos de los 30 colonos que dieron origen a Cerro Florido. Eso, a objeto de evitar que tales bienes pasaran a una institución de beneficencia al cancelarse la personería de la SBED. El litigio ya lleva 13 años y el CDE ha logrado que los bienes de Cerro Florido y Abratec permanezcan bajo embargos que impiden enajenarlos o darlos en garantía. Sin embargo, es altamente probable que el CDE pierda ese litigio (actualmente apeló al sobreseimiento definitivo).
La defensa de Cerro Florido y Abratec alega que de 19 juicios donde se ha discutido si su propiedad tiene origen legítimo, en 18 se ha fallado a su favor. Pero en esos procesos tampoco se ha podido probar que las compras de los terrenos que dieron origen a las sociedades no se hicieron con dinero de la SBED. Y no se puede probar porque Dignidad no llevaba contabilidad. Sus jerarcas argumentaron que al ser una institución de beneficencia, estaban exentos de impuestos. Por ello, estimaron que no era necesario documentar sus movimientos financieros.
No obstante, en un juicio por fraude tributario -que terminó en condena ratificada por los tribunales superiores- la sentencia escrita en abril de 2003 por la jueza María Luisa Riesco incorporó dos elementos que apuntan directamente a que no se realizaron algunas de las operaciones comerciales que dieron origen al patrimonio de Cerro Florido, ABC y Abratec. En efecto, citando una pericia de los auditores Víctor Campos y José Varela, la jueza indica que el único balance de ingresos y egresos proporcionado por la SBED fue el correspondiente a 1989. En ese balance no aparecen los ingresos por la venta de cuatro inmuebles que hizo ese mismo año la SBED a algunos de sus socios. Inmuebles que al año siguiente aparecen aportados por sus nuevos dueños a la constitución de Cerro Florido.
El 2 de agosto de 1989 se redujo a escritura pública la sesión de directorio de la SBED y el punto único de la tabla fue la venta de propiedades a miembros de la misma corporación: “En estas condiciones -escribió la magistrada- se vendió, el 22 de septiembre de 1989, al señor Harmut Wilhelm Hopp Miottel, la hijuela 1 de la colonia en $ 4.000.000; a Georg Schmidtke Miottel, Friedhelm Bensch Laube, Siegmar Helmut Wellnitz Zupp, Brigitte Malessa y Edith Malessa, la hijuela 7, El Bosque, en $ 12.500.000; a Wolfgang Zeitner Bohnau, Erwin Fege Fabian y Siegfried Laib el predio El Litral de Bulnes en $ 3.000.000; a Peter Schmidt Spinti y Ulrich Schmidtke Miottel, el inmueble de Campo de Deportes 817, Santiago, en $ 10.000.000. Cada uno de los compradores anteriores concurrieron a la constitución de Cerro Florido Sociedad Colectiva Civil”.
Los ingresos de esas ventas no figuran en el balance de 1989 de la SBED, lo que a juicio de los peritos es la evidencia de que las transacciones no se realizaron. La jueza Riesco, al redactar su sentencia, hizo suyo ese razonamiento: “En consecuencia, los peritos opinan que los $ 50.500.000 que componen el capital de Cerro Florido Sociedad Colectiva Civil, no están constituidos por aportes reales, al menos de los reconocidos como tales por la técnica contable y, por lo tanto, tampoco tendrían validez las empresas Agripalma S.A., Bardana S.A y Cinoglosa S.A”.
No es todo. Al vender sus activos fijos a Abratec en 1990, la SBED rebajó el precio en más de $141 millones. La justificación fue que Abratec se haría cargo de deudas que la SBED tenía con algunos de sus miembros por préstamos cuyos comprobantes eran contratos privados que databan de los años 60. Los originales de esos documentos estaban en la causa que lleva el CDE por contratos simulados. La jueza Riesco los pidió y los sometió a pericias en el Archivo Nacional las que arrojaron presunciones fundadas de que los papeles eran falsos. Además, la jueza comprobó –mediante información proporcionada por el Registro Civil- que los alemanes pusieron sus números de cédula en los contratos, en circunstancias que a la fecha de firmar esos documentos aún no tenían carné de identidad.
Si el CDE está buscando pruebas de que hubo contratos simulados en el origen de ABC, Cerro Florido y Abratec, al menos respecto de la última encontrará municiones en la sentencia de la jueza Riesco: “(La SBED) presentó al Ministerio de Justicia un estado de situación en el que no se incluían sus bienes raíces en el activo y se aumentaba el pasivo mediante supuestos préstamos que le habrían efectuado algunos colonos por $ 385.910.804, créditos que pretendió acreditar ante el 14º Juzgado del Crimen de Santiago (la causa en la que litiga el CDE) con documentos cuya falsedad se encuentra suficientemente probada en este proceso”.
Por Pedro Ramírez – CIPER.
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Bueno la verdad me parece ingreible, pero si es sierto que existen personas con ideas estrañas y sin limite alguno que se aprovechan de la fe y de los demás en pro de beneficio propio.
Publicar un comentario