Por Adolfo Zaldívar, Presidente del Senado.
La reciente encuesta CEP muestra que el descontento, sino el repudio, a la conducción económica, es mayoritaria. Sólo el 29% aprueba las políticas, y sobre todo, los resultados de Velasco en materia de inflación y crecimiento. Nuevamente, y por su mal desempeño, Chile vuelve a ser noticia en la prestigiosa revista The Economist, donde también las desmedidas alzas de precios y la escasa actividad son el centro de sus críticas.
Cuando las turbulencias internacionales, y en particular, el alza del precio del petróleo golpean a países que no tienen reservas o están con graves desajustes macroeconómicos, pueden esperarse malos resultados, pero ello no se puede admitir en nuestro país, donde si algo ha primado es el ciego atesoramiento de los excedentes del cobre, un alto nivel de reservas internacionales y macroeconomía consolidada.
Algunas cosas primordiales ya debieron ser hechas. El alto precio del cobre provee los medios para atacar problemas que pueden hacer tambalear a un país. El caso del petróleo es, comprobadamente, un elemento desestabilizador hasta para las mayores potencias económicas del mundo.
Si hubiéramos estado huérfanos de productos exportables que disfrutaran de un boom similar al petróleo, se haría menos evidente la cuantía y medidas que se podrían haber tomado para compensar en parte importante el alza del petróleo, y con ella, la altísima inflación, que ya se convierte en una fuerza impulsora de aumentos en la tasa de interés local.
Sin embargo no es el caso. Con estos excedentes del cobre, Chile pudo tomar medidas más radicales que pusieran coto a la inflación, eliminando de plano el impuesto específico a los combustibles, que para mayor abundamiento perdió
toda razón de existir salvo la mera recaudación, con los otros vastísimos recursos con que cuenta.
En cambio, se usaron subterfugios como el Fondo de Estabilización con un nulo resultado en términos de inflación y produciendo el encarecimiento de una materia prima esencial para la economía, como es el transporte, el traslado de la gente, el calentamiento de los hogares en el caso de la parafina, hoy a un precio el doble del que pudo tener, mortal para el bolsillo escuálido de las personas afectadas además por el precio de los alimentos. Una indiferencia total a la situación de la economía real y a la real situación económica de la gente, de las mayorías.
En cambio surgen alternativas amenazantes, como es hacer uso prolífico del gasto público, que ya crece al doble de lo que crece el Producto. No es el gasto público lo que hará retomar la senda correcta en Chile, sino que dará lugar a más motivos de escándalo y corrupción. Esta debe reducirse al nivel del crecimiento real del país.
En donde debieron usarse los recursos públicos es en la eliminación del impuesto específico a los combustibles y eventualmente, en otros productos o ítems que tienen a la gente al borde del colapso. Como por ejemplo, una política tributaria proactiva a favor de las pymes en favor de su capitalización, reiteradas mil veces a oídos mil veces sordos.
El gasto público debe ser cuidado para que no añada más leña a la hoguera que ya está causando la falta de políticas adecuadas de Hacienda.
En tercer lugar, el país no crece lo que debe crecer. La misma inflación se ha convertido en un arma anti crecimiento al rebajar la capacidad de consumo de la gente y encarecer el crédito a través del aumento de tasas de interés del Banco Central. En la institucionalidad de Chile, el Ministro de Hacienda tiene la tribuna, las facultades y los recursos para convertirse en un líder del
crecimiento, o en la cabeza del estancamiento económico.
Lamentablemente ha caído en lo último, en una actitud reiterada que demuestra que no va cambiar nada de lo que ya está haciendo, que es hacer absolutamente nada. Los pocos semestres de mayor actividad se debieron a la incidencia de
dos nuevas plantas de celulosa, que dicho sea de paso tuvieron que luchar contra toda clase de obstáculos e inconvenientes para entrar en producción.
Mientras que al vastísimo sector de micro, pequeñas y medianas empresas, casi totalmente parado e incapacitado de hacer un aporte fresco y vital al crecimiento, el empleo y mejor distribución del ingreso del país. Agobiado por las deudas que le causaron políticas no muy distintas después de la crisis asiática y sin una guía clara de compatibilizar su desarrollo con las grandes
empresas, de manera que al igual que en el mundo desarrollado, ambos sectores puedan contribuir a un crecimiento sólido y sostenible socialmente en el tiempo.
Hace dos meses, el Senado le propuso al ministro de Hacienda 36 medidas de cómo encarar en serio la falta de actividad del país, a las cuales no ha dado respuesta, absteniéndose de asistir a las reuniones especialmente convocadas para tratar el tema. Soberbia que a lo mejor sería tolerable con resultados, lo que no ha sido el caso, como lo demuestran los hechos, las encuestas, las publicaciones e incluso una mala fama internacional.
Es sostenible, por alguien medianamente sensato ¿que una propuesta unánime del Senado no haya ni siquiera sido considerada por el Gobierno? Nadie es dueño de la verdad absoluta y menos en materias económicas sociales.
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La reciente encuesta CEP muestra que el descontento, sino el repudio, a la conducción económica, es mayoritaria. Sólo el 29% aprueba las políticas, y sobre todo, los resultados de Velasco en materia de inflación y crecimiento. Nuevamente, y por su mal desempeño, Chile vuelve a ser noticia en la prestigiosa revista The Economist, donde también las desmedidas alzas de precios y la escasa actividad son el centro de sus críticas.
Cuando las turbulencias internacionales, y en particular, el alza del precio del petróleo golpean a países que no tienen reservas o están con graves desajustes macroeconómicos, pueden esperarse malos resultados, pero ello no se puede admitir en nuestro país, donde si algo ha primado es el ciego atesoramiento de los excedentes del cobre, un alto nivel de reservas internacionales y macroeconomía consolidada.
Algunas cosas primordiales ya debieron ser hechas. El alto precio del cobre provee los medios para atacar problemas que pueden hacer tambalear a un país. El caso del petróleo es, comprobadamente, un elemento desestabilizador hasta para las mayores potencias económicas del mundo.
Si hubiéramos estado huérfanos de productos exportables que disfrutaran de un boom similar al petróleo, se haría menos evidente la cuantía y medidas que se podrían haber tomado para compensar en parte importante el alza del petróleo, y con ella, la altísima inflación, que ya se convierte en una fuerza impulsora de aumentos en la tasa de interés local.
Sin embargo no es el caso. Con estos excedentes del cobre, Chile pudo tomar medidas más radicales que pusieran coto a la inflación, eliminando de plano el impuesto específico a los combustibles, que para mayor abundamiento perdió
toda razón de existir salvo la mera recaudación, con los otros vastísimos recursos con que cuenta.
En cambio, se usaron subterfugios como el Fondo de Estabilización con un nulo resultado en términos de inflación y produciendo el encarecimiento de una materia prima esencial para la economía, como es el transporte, el traslado de la gente, el calentamiento de los hogares en el caso de la parafina, hoy a un precio el doble del que pudo tener, mortal para el bolsillo escuálido de las personas afectadas además por el precio de los alimentos. Una indiferencia total a la situación de la economía real y a la real situación económica de la gente, de las mayorías.
En cambio surgen alternativas amenazantes, como es hacer uso prolífico del gasto público, que ya crece al doble de lo que crece el Producto. No es el gasto público lo que hará retomar la senda correcta en Chile, sino que dará lugar a más motivos de escándalo y corrupción. Esta debe reducirse al nivel del crecimiento real del país.
En donde debieron usarse los recursos públicos es en la eliminación del impuesto específico a los combustibles y eventualmente, en otros productos o ítems que tienen a la gente al borde del colapso. Como por ejemplo, una política tributaria proactiva a favor de las pymes en favor de su capitalización, reiteradas mil veces a oídos mil veces sordos.
El gasto público debe ser cuidado para que no añada más leña a la hoguera que ya está causando la falta de políticas adecuadas de Hacienda.
En tercer lugar, el país no crece lo que debe crecer. La misma inflación se ha convertido en un arma anti crecimiento al rebajar la capacidad de consumo de la gente y encarecer el crédito a través del aumento de tasas de interés del Banco Central. En la institucionalidad de Chile, el Ministro de Hacienda tiene la tribuna, las facultades y los recursos para convertirse en un líder del
crecimiento, o en la cabeza del estancamiento económico.
Lamentablemente ha caído en lo último, en una actitud reiterada que demuestra que no va cambiar nada de lo que ya está haciendo, que es hacer absolutamente nada. Los pocos semestres de mayor actividad se debieron a la incidencia de
dos nuevas plantas de celulosa, que dicho sea de paso tuvieron que luchar contra toda clase de obstáculos e inconvenientes para entrar en producción.
Mientras que al vastísimo sector de micro, pequeñas y medianas empresas, casi totalmente parado e incapacitado de hacer un aporte fresco y vital al crecimiento, el empleo y mejor distribución del ingreso del país. Agobiado por las deudas que le causaron políticas no muy distintas después de la crisis asiática y sin una guía clara de compatibilizar su desarrollo con las grandes
empresas, de manera que al igual que en el mundo desarrollado, ambos sectores puedan contribuir a un crecimiento sólido y sostenible socialmente en el tiempo.
Hace dos meses, el Senado le propuso al ministro de Hacienda 36 medidas de cómo encarar en serio la falta de actividad del país, a las cuales no ha dado respuesta, absteniéndose de asistir a las reuniones especialmente convocadas para tratar el tema. Soberbia que a lo mejor sería tolerable con resultados, lo que no ha sido el caso, como lo demuestran los hechos, las encuestas, las publicaciones e incluso una mala fama internacional.
Es sostenible, por alguien medianamente sensato ¿que una propuesta unánime del Senado no haya ni siquiera sido considerada por el Gobierno? Nadie es dueño de la verdad absoluta y menos en materias económicas sociales.
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