La paz en Colombia sigue siendo una interrogante, más allá de las reacciones iniciales por la reciente liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancour y de otros 14 retenidos por la insurgencia.
Existe consenso sobre el golpe que representó el rescate del grupo para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el cual se sumó a la pérdida en meses pasados, por distintas causas, de sus líderes Manuel Marulanda, Raúl Reyes e Iván Ríos.
La seriedad de este suceso se fundamenta no solo en la importancia política de figuras como Ingrid Betancourt y los agentes estadounidenses Keith Stancell, Marc Gonsalves y Thomas Howe, para cualquier negociación.
Sobre todo, resulta significativo que la denominada Operación Jaque de las fuerzas militares colombianas se apoyó en un trabajo de inteligencia y penetración de la máxima dirección del grupo insurgente.
Sin embargo, pensar que las FARC están derrotadas, como se expresa en algunos círculos políticos y gubernamentales, parece ser una valoración desacertada de las capacidades del grupo guerrillero.
La propia Ingrid Betancour, recién llegada a Bogotá, rechazó tal consideración.
En el plano interno el éxito de la acción militar parece reforzar la línea seguida por el gobierno de enfrentar militarmente a las FARC, a tono con la política de Seguridad Democrática propugnada por el presidente Alvaro Uribe.
Los propios mandos militares admitieron que respiraron aliviados tras la operación, sin quemar un solo cartucho.
Si en el intento hubiera muerto alguno de los rehenes hubiera sido un desastre para el gobierno, coinciden analistas.
En esta oportunidad las autoridades navegaron con suerte, a diferencia de otras en las cuales los intentos de rescate a sangre y fuego culminaron con la muerte de rehenes.
Para los partidarios de una nueva reelección del presidente Uribe, la ocasión se presenta excepcional. Tanto la gran prensa como los partidos que lo respaldan, no cesan de alabar su figura y su política.
Este histórico suceso seguramente será empleado para promover la continuidad de Uribe al frente del ejecutivo, en momentos en que su legitimidad está en entredicho.
La Corte Suprema declaró recientemente ilegítima la reelección del gobernante tras descubrirse que se cometió fraude en la campaña del 2006 que lo llevó a la presidencia por segunda vez.
En respuesta, Uribe se pronunció por un referendo popular para legitimar su reelección del 2006.
De producirse la convocatoria en este momento, el éxito de la Operación Jaque seguramente reportaría jugosos dividendos.
Pero además, sigue como una interrogante la búsqueda de la paz en el país.
Para una parte de la polarizada sociedad colombiana, la acción militar refuerza el criterio de que el enfrentamiento armado a la guerrilla es la solución.
Otros insisten en continuar buscando el diálogo para un acuerdo humanitario que permita la liberación de los demás retenidos por la insurgencia.
Parece obvio que, por sus características, es casi imposible que la Operación Jaque pueda repetirse y engañar por segunda vez a las FARC.
Entonces la necesidad del diálogo continúa sobre la mesa.
En ello insistió Ingrid Betancour, quien al menos en dos ocasiones consideró que los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Rafael Correa, de Ecuador, son "aliados muy importantes" en la búsqueda de una paz negociada.
Asimismo llamó a ampliar la mediación internacional y mencionó especialmente a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y la continuidad del apoyo del gobierno francés a esa causa.
Sin embargo, las declaraciones del ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, no dejan lugar a dudas sobre la posición gubernamental: "buscaremos la libertad de los rehenes por cualquier vía".
Existe consenso sobre el golpe que representó el rescate del grupo para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el cual se sumó a la pérdida en meses pasados, por distintas causas, de sus líderes Manuel Marulanda, Raúl Reyes e Iván Ríos.
La seriedad de este suceso se fundamenta no solo en la importancia política de figuras como Ingrid Betancourt y los agentes estadounidenses Keith Stancell, Marc Gonsalves y Thomas Howe, para cualquier negociación.
Sobre todo, resulta significativo que la denominada Operación Jaque de las fuerzas militares colombianas se apoyó en un trabajo de inteligencia y penetración de la máxima dirección del grupo insurgente.
Sin embargo, pensar que las FARC están derrotadas, como se expresa en algunos círculos políticos y gubernamentales, parece ser una valoración desacertada de las capacidades del grupo guerrillero.
La propia Ingrid Betancour, recién llegada a Bogotá, rechazó tal consideración.
En el plano interno el éxito de la acción militar parece reforzar la línea seguida por el gobierno de enfrentar militarmente a las FARC, a tono con la política de Seguridad Democrática propugnada por el presidente Alvaro Uribe.
Los propios mandos militares admitieron que respiraron aliviados tras la operación, sin quemar un solo cartucho.
Si en el intento hubiera muerto alguno de los rehenes hubiera sido un desastre para el gobierno, coinciden analistas.
En esta oportunidad las autoridades navegaron con suerte, a diferencia de otras en las cuales los intentos de rescate a sangre y fuego culminaron con la muerte de rehenes.
Para los partidarios de una nueva reelección del presidente Uribe, la ocasión se presenta excepcional. Tanto la gran prensa como los partidos que lo respaldan, no cesan de alabar su figura y su política.
Este histórico suceso seguramente será empleado para promover la continuidad de Uribe al frente del ejecutivo, en momentos en que su legitimidad está en entredicho.
La Corte Suprema declaró recientemente ilegítima la reelección del gobernante tras descubrirse que se cometió fraude en la campaña del 2006 que lo llevó a la presidencia por segunda vez.
En respuesta, Uribe se pronunció por un referendo popular para legitimar su reelección del 2006.
De producirse la convocatoria en este momento, el éxito de la Operación Jaque seguramente reportaría jugosos dividendos.
Pero además, sigue como una interrogante la búsqueda de la paz en el país.
Para una parte de la polarizada sociedad colombiana, la acción militar refuerza el criterio de que el enfrentamiento armado a la guerrilla es la solución.
Otros insisten en continuar buscando el diálogo para un acuerdo humanitario que permita la liberación de los demás retenidos por la insurgencia.
Parece obvio que, por sus características, es casi imposible que la Operación Jaque pueda repetirse y engañar por segunda vez a las FARC.
Entonces la necesidad del diálogo continúa sobre la mesa.
En ello insistió Ingrid Betancour, quien al menos en dos ocasiones consideró que los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Rafael Correa, de Ecuador, son "aliados muy importantes" en la búsqueda de una paz negociada.
Asimismo llamó a ampliar la mediación internacional y mencionó especialmente a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y la continuidad del apoyo del gobierno francés a esa causa.
Sin embargo, las declaraciones del ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, no dejan lugar a dudas sobre la posición gubernamental: "buscaremos la libertad de los rehenes por cualquier vía".
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Por Rafael Calcines Armas
Por Rafael Calcines Armas
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Bogotá, 3 de julio 2008
Prensa Latina
Bogotá, 3 de julio 2008
Prensa Latina
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