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Durante la administración de Michelle Bachelet se han producido dos fenómenos que no han sido debidamente reconocidos por la clase política: Por un lado, se produjo la irrupción de la ciudadanía, como un concepto distinto al de los votantes que sólo expresan su opinión en el momento de los comicios porque se trata de un pueblo que quiere que sus posiciones sean reconocidos en todo momento y están dispuestos a organizarse al margen de los partidos para hacer valer su voz.
El segundo fenómeno se refiere al proceso de agotamiento de la Concertación, que ha ido acompañado del desprendimiento de algunos sectores y la incapacidad de la Alianza para ocupar el espacio vacío de liderazgo que ha dejado la Concertación.
Ninguno de estos fenómenos ha sido recogido por los partidos tradicionales, como si ignorándolos pudieran mantener la situación que siempre les ha acomodado desde principios del siglo XX, cuando los candidatos repartían obsequios a los votantes y organizaban concentraciones con el solo afán de mostrar en el periódico una foto con más público que el contendor.
Ahora la gente recibe los regalos pero no compromete el voto y la disposición para ir a actos masivos es mínima, y ello ocurre por la sencilla razón de que, aunque aun no tiene la madurez suficiente para ejercer en plenitud su poder, la ciudadanía ha entendido que la clase política ha perdido vinculación y que se dirige a ella especialmente para las temporadas electorales.
Los políticos no han logrado entender que son representantes de la gente, que ya los votantes no son una masa que los sigue sólo por sostener la bandera de un partido y que incluso ya no pueden actuar como líderes de opinión, como ocurría antes. Ahora si un dirigente expone una afirmación tiene que convencer de la validez de sus argumentos para captar la adhesión popular. Evidentemente estas conductas no están todavía masificadas, pero marcan una tendencia frente a la que tienen que reaccionar quienes aspiran a representar al pueblo en los cargos de elección popular.
Esta nueva democracia no tiene un signo ideológico determinado, sino que está caracterizada por las redes que las nuevas tecnologías han hecho posibles. Para hacer valer la voz ya no se requiere la militancia en un partido político sino un computador.
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Aunque aún está por verse la efectividad de estas novedosas formas de interacción social, hay indicios interesantes como que en Facebook hay casi 7 mil personas pidiendo la renuncia del Ministro de Hacienda. Si en la última elección las candidaturas se definieron por encuestas, es factible esperar que las siguientes o las venideras sean resueltas por Facebook u otra plataforma similar.
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