sábado, 23 de agosto de 2008
MARIA TERESA CORTES - SOCIEDAD DE INFORMACIÓN PARA TODOS.
Con el creciente desarrollo de las tecnologías de información (TIC’s), se instala una cultura de comunicación que avanza aceleradamente, facilitando el intercambio de datos, conocimiento y experiencias, lo que enriquece notablemente la capacidad creativa y de innovación en las personas que tienen acceso a las herramientas de la era digital, pero sin duda, provoca una gran brecha entre este grupo de habitantes privilegiados y los casi 2/3 de la población que se ven excluidos del proceso.
Como sociedad, tenemos el deber de asumir que, lo que para muchos significa modernización y desarrollo para otros implica exclusión, hecho que inevitablemente produce inequidad social y un problema para la democracia, que trata de otorgar igualdad de oportunidades para todos.
Desde esta perspectiva, para fortalecer la democracia es necesario dirigir la comunicación a las personas, mejorando sus capacidades y las habilidades de la comunidad organizada, articulando esfuerzos que solucionen problemas sociales.
Es en este ámbito que los llamados medios de comunicación masiva pueden hacer un trabajo notable en beneficio de los habitantes del país. Quisiera detenerme en este concepto para hacer una sola observación: Los medios “masivos” no necesariamente deben ser “de masas”.
Actualmente, la televisión se reconoce como un medio masivo. Pero ¿Qué significa esto?, ¿Qué la gente piensa y siente igual?, ¿Qué un estilo de programación satisface los requerimientos individuales de todo el público?, ¿Qué realmente los canales hacen un esfuerzo por capturar el interés de la gente o que la gente se somete a la oferta existente?, ¿Qué se aprovecha inteligentemente un espacio en forma colectiva?
Pensemos en la televisión, cuyo rol orientador y modelador puede ser fundamental. Detengámonos un minuto en los contenidos que están siendo emitidos. La TV puede ser entretenida pero también educativa y, con ello resultar más interesante para un alto porcentaje de la población. Es en esta lógica que este medio debiera estimular la creación y la innovación en la población, generar opinión y promover verdaderamente las capacidades individuales de las personas.
La responsabilidad social de este medio de amplia cobertura es tan importante, que recuerdo hace un tiempo atrás haber escuchado el relato de un experto mexicano que comparaba la cantidad de horas que una persona pasaba en promedio frente al televisor respecto de la cantidad de horas que permanecía en una sala de clases durante su vida. Por supuesto, el primer caso superaba con creces al segundo.
He aquí la importancia de quienes toman decisiones en la TV pública pero también privada; la importancia de una mejor oferta de financiamiento a los productores independientes y a los regionales a través de instancias como el Consejo Nacional de Televisión, CORFO, Fondart y otros.
Si queremos un Chile con mayor capacidad de innovación, un estupendo ejercicio es que la población acceda a más y mejor información para que compare, asocie, intercambie, cuestione y aporte otros conocimientos. Cuando este fenómeno ocurre se despierta la capacidad creativa de la gente y con ello el espíritu de innovación, tan necesario para lograr el ansiado desarrollo productivo.
Imagine cómo sería el uso de esta herramienta comunicacional en un trabajo de fortalecimiento de la identidad y compromiso de la población. Simplemente maravilloso.
Ojalá que instancias como la Secretaría de Comunicación y Cultura del Gobierno abordara este tipo de desafíos, ya que no sólo le daría una mano a la democracia y la equidad en nuestro país, sino también generaría un espíritu de cuerpo en los distintos organismos públicos que persiguen el desarrollo productivo de Chile y, por qué no decirlo, probablemente motivaría con esta actitud al sector privado para iniciar un camino de colaboración en este sentido, pues los beneficios comunes en lo social y económico de un proyecto de este tipo, serían rápidamente visibles.
Por Maria Teresa Cortes
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