Por Myriam Verdugo
Los medios de comunicación, así como los integrantes de la elite dorada que decide por la mayoría de los chilenos, apenas nos informan sobre hechos, decisiones, acuerdos que afectan nuestras vidas y las de las generaciones que vienen.
Nos dicen que como nunca la democracia es la forma de gobierno mayoritaria en el mundo; que como nunca todos tenemos derecho a elegir y a decidir; que como nunca la libertad forma parte esencial de nuestra vidas, y, para coronar estas afirmaciones –que deberían llenarnos de felicidad y de gozo-nos dicen que cada cuatro años en el epítome de la plenitud podemos elegir a los jefes comunales, parlamentarios y al presidente o presidenta que regirán nuestras vidas.
Pero ¿es esto cierto? ¿Realmente estamos eligiendo a quienes de verdad decidirán sobre nuestras vidas y sobre nuestro futuro?
A la luz de las repercusiones de las decisiones tomadas en algunos elegantes salones del primer mundo de verdad, esto no es así.
¿Cuántos chilenos/as conocen la Ronda de Doha, lo que allí se trata y los efectos de sus avances y retrocesos en nuestro día a día y en el futuro del orbe? Decir pocos puede resultar mucho. En la Ronda de Doha, se busca liberalizar más el comercio mundial agrícola, industrial y de servicios. Realizada desde 2001, participan en ella las 153 naciones integradas a la OMC, Organización Mundial del Comercio, y, pese a que se convocó después del 11 de septiembre de Estados Unidos, con el fin de ayudar a la golpeada economía mundial, los avances logrados son menores.
En esta oportunidad la última reunión efectuada en Ginebra fue nuevamente obstaculizada por las grandes potencias mundiales. Específicamente Estados Unidos, China e India no lograron acuerdo respecto a las medidas para proteger a los agricultores de los países pobres.
En palabras claras y simples los países más poderosos optaron por el proteccionismo, justo cuando el mundo inicia un proceso de crisis alimentaria que cada minuto arrebata la vida a niños, mujeres y ancianos de naciones más pobres.
¿Sabía usted esto? ¿Conocía siquiera la existencia de una llamada Ronda de Doha y los acuerdos que allí se estaban tratando de lograr? ¿Se siente representado en esa mesa? ¿Siente que verdaderamente se están defendiendo posiciones que a usted lo representan? ¿Sabe si el ministro Alejandro Foxley y los integrantes de la cancillería que lo acompañaron estaban defendiendo una posición aceptable para la mayoría de los chilenos? No, por supuesto que no lo sabe. Y quizás sí, quizás Foxley y su equipo lo hizo muy bien, quizás sus intervenciones fueron brillantes, pero, de nuevo ¿sabían los chilenos lo que se defendía, fue lo que estimamos era lo mejor para Chile? ¿Queremos en realidad esta globalización que premia a unos pocos y consagra el desplazamiento, la marginación, la exclusión de la mayoría?
Qué lección deja para nosotros los/as chilenos/as este hecho. Primero, no podemos permitir que situaciones tan relevantes pasen por nuestro lado, sin que nos importe, nos preocupe o nos despierte, al menos, algo de inquietud o curiosidad.
Nuestros destinos y el de las generaciones que vienen dependen de ello. Si ya estamos hartos de que un pequeño grupo de amigos, familiares y sus Perkins, nos lleven de la nariz y hagan y deshagan en los tres “Poderes” del Estado, también debemos expresar nuestra opinión y voluntad ante organismos o “rondas” en las que se marca el rumbo de la humanidad y del planeta Tierra.
Segundo, la Ronda de Doha fracasó por la voluntad de los grandes de la economía mundial: Estados Unidos, China e India, que cuando se trata de protegerse son capaces de hacer confluir sus intereses actuando en el mismo sentido. Lección dos, se podría avanzar en grados de democracia real y participación si ponemos por sobre diferencias (y vaya que Estados Unidos y China las tienen en lo político) los grandes intereses del país.
Tercero, que no basta hablar de globalización como una condena inapelable. La globalización puede ser una herramienta si nosotros, los ciudadanos del mundo dejamos la desidia, participamos con fuerza y sólida argumentación y conocimientos, y presionamos por ser escuchados. ¿Cuántos de ustedes dejaron, efectivamente de comprar combustible el día 3 de agosto, para participar con al menos un gesto en la desaprobación de la dictadura global a la que estamos sometidos por las transnacionales y los gobiernos poderosos que las apoyan?
La globalización es un hecho de la causa y estamos sometidos a ella sin derecho a apelar, porque nosotros abdicamos de ese derecho. Participar es el verbo, cambiar las estructuras de poder en lo local es la acción inmediata, y, aprovechar las posibilidades que abren las comunicaciones virtuales es el instrumento. Sólo así iremos dando pasos lentos y con seguridad dificultosos, para terminar con la dictadura global y hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.
Myriam Verdugo Godoy es periodista y Presidenta Instituto Jorge Ahumada. Colaboradora de Crónica Digital.
Gentileza: Crónica Digital.
Los medios de comunicación, así como los integrantes de la elite dorada que decide por la mayoría de los chilenos, apenas nos informan sobre hechos, decisiones, acuerdos que afectan nuestras vidas y las de las generaciones que vienen.
Nos dicen que como nunca la democracia es la forma de gobierno mayoritaria en el mundo; que como nunca todos tenemos derecho a elegir y a decidir; que como nunca la libertad forma parte esencial de nuestra vidas, y, para coronar estas afirmaciones –que deberían llenarnos de felicidad y de gozo-nos dicen que cada cuatro años en el epítome de la plenitud podemos elegir a los jefes comunales, parlamentarios y al presidente o presidenta que regirán nuestras vidas.
Pero ¿es esto cierto? ¿Realmente estamos eligiendo a quienes de verdad decidirán sobre nuestras vidas y sobre nuestro futuro?
A la luz de las repercusiones de las decisiones tomadas en algunos elegantes salones del primer mundo de verdad, esto no es así.
¿Cuántos chilenos/as conocen la Ronda de Doha, lo que allí se trata y los efectos de sus avances y retrocesos en nuestro día a día y en el futuro del orbe? Decir pocos puede resultar mucho. En la Ronda de Doha, se busca liberalizar más el comercio mundial agrícola, industrial y de servicios. Realizada desde 2001, participan en ella las 153 naciones integradas a la OMC, Organización Mundial del Comercio, y, pese a que se convocó después del 11 de septiembre de Estados Unidos, con el fin de ayudar a la golpeada economía mundial, los avances logrados son menores.
En esta oportunidad la última reunión efectuada en Ginebra fue nuevamente obstaculizada por las grandes potencias mundiales. Específicamente Estados Unidos, China e India no lograron acuerdo respecto a las medidas para proteger a los agricultores de los países pobres.
En palabras claras y simples los países más poderosos optaron por el proteccionismo, justo cuando el mundo inicia un proceso de crisis alimentaria que cada minuto arrebata la vida a niños, mujeres y ancianos de naciones más pobres.
¿Sabía usted esto? ¿Conocía siquiera la existencia de una llamada Ronda de Doha y los acuerdos que allí se estaban tratando de lograr? ¿Se siente representado en esa mesa? ¿Siente que verdaderamente se están defendiendo posiciones que a usted lo representan? ¿Sabe si el ministro Alejandro Foxley y los integrantes de la cancillería que lo acompañaron estaban defendiendo una posición aceptable para la mayoría de los chilenos? No, por supuesto que no lo sabe. Y quizás sí, quizás Foxley y su equipo lo hizo muy bien, quizás sus intervenciones fueron brillantes, pero, de nuevo ¿sabían los chilenos lo que se defendía, fue lo que estimamos era lo mejor para Chile? ¿Queremos en realidad esta globalización que premia a unos pocos y consagra el desplazamiento, la marginación, la exclusión de la mayoría?
Qué lección deja para nosotros los/as chilenos/as este hecho. Primero, no podemos permitir que situaciones tan relevantes pasen por nuestro lado, sin que nos importe, nos preocupe o nos despierte, al menos, algo de inquietud o curiosidad.
Nuestros destinos y el de las generaciones que vienen dependen de ello. Si ya estamos hartos de que un pequeño grupo de amigos, familiares y sus Perkins, nos lleven de la nariz y hagan y deshagan en los tres “Poderes” del Estado, también debemos expresar nuestra opinión y voluntad ante organismos o “rondas” en las que se marca el rumbo de la humanidad y del planeta Tierra.
Segundo, la Ronda de Doha fracasó por la voluntad de los grandes de la economía mundial: Estados Unidos, China e India, que cuando se trata de protegerse son capaces de hacer confluir sus intereses actuando en el mismo sentido. Lección dos, se podría avanzar en grados de democracia real y participación si ponemos por sobre diferencias (y vaya que Estados Unidos y China las tienen en lo político) los grandes intereses del país.
Tercero, que no basta hablar de globalización como una condena inapelable. La globalización puede ser una herramienta si nosotros, los ciudadanos del mundo dejamos la desidia, participamos con fuerza y sólida argumentación y conocimientos, y presionamos por ser escuchados. ¿Cuántos de ustedes dejaron, efectivamente de comprar combustible el día 3 de agosto, para participar con al menos un gesto en la desaprobación de la dictadura global a la que estamos sometidos por las transnacionales y los gobiernos poderosos que las apoyan?
La globalización es un hecho de la causa y estamos sometidos a ella sin derecho a apelar, porque nosotros abdicamos de ese derecho. Participar es el verbo, cambiar las estructuras de poder en lo local es la acción inmediata, y, aprovechar las posibilidades que abren las comunicaciones virtuales es el instrumento. Sólo así iremos dando pasos lentos y con seguridad dificultosos, para terminar con la dictadura global y hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.
Myriam Verdugo Godoy es periodista y Presidenta Instituto Jorge Ahumada. Colaboradora de Crónica Digital.
Gentileza: Crónica Digital.
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