BIBLIA, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.

Gabriela Mistral


viernes, 30 de mayo de 2008

Sólo las elites viven con dignidad en este paraíso llamado Chile.


En la medida en que las masas no entiendan que la función pública forma parte de sus ámbitos de competencia, y que por tanto, si no la asumen con voluntad y entendimiento colectivo, continuarán manteniendo el status quo sin que se produzcan variaciones en su vegetativa forma de vivir.

La cultura de masas impuesta por la realidad mediática desde la década del noventa hasta la fecha, ha construido un imaginario colectivo obsecuente, carente de una crítica estructural sistemática, apegada a la inmediatez de la información, y condescendiente con la argumentación elaborada como una estrategia por los medios: denunciar los fenómenos objetivos que percibe el ciudadano como parte de sus lacras cotidianas, transantiago, alzas de precios en los alimentos, bajas remuneraciones, anegaciones de sus territorios y viviendas, entre muchos otros.

Pero lo que no dicen respecto a estos vacíos de desarrollo es que, el sistema económico imperante basado en el lucro individual, engendra desde su esencia, un daño estructural que lo inhabilita para superar estos factores y mejorar la calidad de vida de los chilenos.

Y es que para las elites los problemas objetivos no existen, disponen de atención de salud y educación plenas, transitan con los vidrios cerrados y una adecuada calefacción en sus automóviles por la ciudad, el alza del IPC es una mera cifra económica que no altera el presupuesto de su vida familiar y social, de tal manera que la posible escasez de alimentos o el aumento del valor del azúcar, el arroz o el aceite no representa más allá del 10% de su presupuesto mensual, y en muchos casos es categóricamente inferior a este porcentaje.

Ni hablar del gasto de combustibles y productos energéticos que azota como flagelo a los sectores pobres y medios del país. Que el precio de la bencina suba quince pesos por litro y la parafina alrededor de un treinta por ciento más en su valor, son un antecedente menor, casi inexistente, para empresarios, políticos, y profesionales de altos ingresos.

En cambio, para los pobres las alzas experimentadas por productos básicos de subsistencia, profundiza el nivel de miseria material en el que se desenvuelven.

Por esta razón, la política se desarrolla como una abstracción, donde el debate conceptual no es la preocupación por la presencia de estas crisis, sino, un pretexto para la inculpación mutua entre actores que luchan por reproducirse en el poder, y conservar los privilegios que el modelo económico o el sistema político les otorga, desde que Pinochet nos legara un país debidamente estructurado para darle estabilidad a un sistema basado en la discrecionalidad y la concentración de la riqueza.

Entonces, el país deambula entre elites conformes y autocomplacientes, y una masa ciudadana indignada pero pasiva, funcional y asimilable a las políticas que se generan desde los púlpitos de la superestructura.

La creciente división del trabajo ha ido atomizando por una parte, y desgastando la energía social, por la otra, de los sectores laborales, quienes conscientes del estilo de vida en la que se sumen millones de trabajadores, no disponen de las herramientas de cohesión y articulación para generar un movimiento social activo, destinado a reaccionar frente al conjunto de negligencias que invaden la vida cotidiana de los asalariados tanto del sector privado como público.

Por esta razón, las críticas se expresan como una rabia irracional que se escucha en rezongos y murmuraciones, en el metro, las micros, los bares, los supermercados, etc., una larga e interminable perorata de indignación que nace a la hora de cancelar una cuenta de luz, o a la espera de que pase el transporte público en un paradero atestado de gente a la salida de los trabajos cuando la noche ya comienza a arreciar.

Es que el país cobija a un porcentaje minoritario de acomodados y a un numeroso porcentaje de marginados o incorporados a medias, los que deben aceptar las ofertas de mala educación y atención de salud, atropellos a su dignidad en distintos ámbitos de sus actividades, y que como resultado de las estrategias de los medios, hacen creer que mientras las elites no resuelvan sus componendas corporativas, están no sufrirán modificaciones en los próximos años.

Y esto es efectivamente así, en la medida en que las masas no entiendan que la función pública forma parte de sus ámbitos de competencia, y que por tanto, si no la asumen con voluntad y entendimiento colectivo, continuarán manteniendo el status quo sin que se produzcan variaciones en su vegetativa forma de vivir.

El tema no es la sustitución de unos por otros en los espacios del ejecutivo y el parlamento, sino más bien, articular un movimiento socio político, que desde las movilizaciones pongan en crisis el sistema hasta que la radicalidad del conflicto, dinamice a las fuerzas políticas en juego obligándolas a actuar a favor o en contra de los interese de las mayorías postergadas.

Por: Gregorio Angelcos – Gentileza: Martita Canto C.
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