BIBLIA, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.

Gabriela Mistral


martes, 9 de febrero de 2010

CHILE: El gabinete de Piñera.

Hace medio siglo Jorge Alessandri formó su primer gabinete.

Fiel a un viejo prejuicio –según el cual la derecha se compone de un puñado de hombres y mujeres de trabajo- Alessandri pensaba que los males de la sociedad chilena eran fruto de la flojera e ignorancia de quienes hasta ese momento conducían al estado.

La solución parecía entonces obvia: integrar el gabinete con un puñado de empresarios y técnicos eficientes, no contaminados, al menos en apariencia, con la majamama del poder y la competencia.
No resultó. El gobierno perdió en las parlamentarias del 61 y debió aliarse con los radicales. La Moneda –predijo Alessandri con amargo desdén- se llenaría de abrigos amarillos.

Lo que vino después se sabe de sobra.

Debieron pasar cincuenta años antes que –descontada la dictadura- pudiera formarse un gabinete de derecha.

¿Qué hará ahora Piñera? ¿Insistirá en el viejo prejuicio y tratará de hacernos creer, como Alessandri, que las supuestas virtudes técnicas de la empresa son las mismas que las del gobierno?

Piñera podría estar tentado de eludir el dilema de las dos derechas que lo apoyan (una conservadora y otra más liberal, la UDI y RN) siguiendo ese camino. Así, por ejemplo, en vez de nombrar en los Ministerios de Educación o en el Sernam a personajes políticos que inclinarían la balanza en uno u otro sentido, podría designar a hombres o mujeres a los que se supongan destrezas o conocimientos –expertise- en las áreas a que se refieren esas carteras.

Su gobierno entonces, podría decir Piñera, no sería ni conservador, ni liberal, ni nada que se le parezca. Sería, podría afirmar él, simplemente de los mejores.

Pero eso sería una ilusión. O lo que es peor, una engañifa.

Una ilusión porque si ya es dudoso hablar de técnicos puros en materia económica (atendida la promiscuidad con los negocios que poseen ese tipo de “técnicos”), ello es simplemente impensable en materia educativa, de género o de justicia. Los problemas en esas áreas no son técnicos: ¿qué saber técnico es el que se puede tener sobre cuán justa es la división sexual del trabajo? ¿qué saber disciplinario es el que enseña el peso relativo que debe tener la familia en la educación de los hijos? ¿qué conocimiento experto indica el balance entre seguridad y derechos?

En esas materias –que son las que importan- no hay saberes técnicos a los que recurrir. Ellas son materia del discernimiento político y ético que pertenece a los ciudadanos y sus representantes.

El saber técnico en esas materias no es más que una ilusión.

Y si no es una ilusión se trata, en cualquier caso, de un engañifa. Y es que entre nosotros los técnicos-técnicos no existen. Hay, por un lado, políticos de profesión y, por el otro, profesionales o empresarios que hacen política a pretexto de la técnica.

Esa es la verdad.

Y entre ellos debe escoger Piñera. Entre, por una parte, políticos profesionales o, por la otra, empresarios que hacen política a pretexto de la técnica.

Y no se comprende porqué no escoger a los primeros ¿Acaso no fueron ellos los que estaban tras la candidatura de Piñera y a quienes la gente prefirió? ¿qué tiene entonces de vergonzante nombrar a políticos hechos y derechos, de la UDI o RN, en el nuevo gobierno?

Hace casi medio siglo, Alessandri creyó que su primer gabinete podía prescindir de los partidos y acercarse, en cambio, al mundo de la gestión empresarial. Si Piñera siguiera ese camino, si cediera al prejuicio que el management es más de la mitad del buen gobierno y pusiera entonces en su gabinete a personas vinculadas con grandes corporaciones empresariales, cometería un error de proporciones.

Y, lo que es peor, daría pie a que un chiste que circula por estos días adquiera carta de ciudadanía.
Ese según el cual Chile se parece cada vez más a los restaurantes de provincia: un país atendido por sus propios dueños.

Por Carlos Peña – Reportajes Emol.
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