Desde que el año 1993 las Naciones Unidas instituyeran el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa, varios miles de periodistas a través de todo el mundo han sido asesinados, detenidos, encarcelados, y centenares de medios de prensa clausurados o destruidos. Ello, pese a que la libertad de prensa es capítulo obligado en cualquier constitución o programa político cuando se trata de declarar las libertades públicas.
En América Latina, el Observatorio Iberoamericano de Libertad de Expresión ha registrado y documentado 655 nombres de periodistas y trabajadores de los medios muertos violentamente o desaparecidos, utilizando fuentes como el listado Impunidad de la Sociedad Interamericana de Prensa, la Federación de Periodistas de América Latina y del Caribe (FEPALC), documentos oficiales sobre violaciones a los derechos humanos como los de Chile y Argentina, o libros colectivos como el de Juan Carlos Caamaño y Osvaldo Bayer, Los periodistas desaparecidos, o Morir es la Noticia, de Ernesto Carmona. Y, aseguran, tal cifra es apenas un reflejo pálido de la realidad.
Los casos extremos en número de muertes violentas en América Latina son Colombia (130), Argentina (115), México (94), Guatemala (71), Brasil, (49), Perú (42), El Salvador (41) y Chile (30). Y en su mayoría, los hechos obedecen a acciones intencionales o premeditadas, ya sea del poder político o económico corruptos, o simplemente de grupos criminales que operan en esos países.
Tal situación no es un hecho del pasado. Se desarrolla diariamente frente a nuestros ojos, sin que muchas veces advirtamos los indicios de que algo está funcionando mal. Según la organización Reporteros sin Fronteras, el año 2008 dejó en el mundo como saldo 60 periodistas asesinados, 29 secuestrados, 673 detenidos; 929 agredidos o amenazados; 353 medios de comunicación censurados. Y la represión también se desplazó hacia Internet con 1 blogger asesinado, 59 bloggers detenidos, 45 agredidos, 1.740 sitios informativos cerrados o suspendidos.
Tales datos registran casos extremos. Pero existen numerosas señales de descomposición a las que no estamos prestando atención, y que pueden resultar en situaciones peores. Brutalidad policial con los periodistas e impunidad de los infractores, confiscación o destrucción de sus medios de trabajo, amenazas cotidianas, presiones o represalias económicas, discriminación. Ejercidas muchas veces desde el poder legal y con medios legales, pero que denotan el talante intimidatorio de quien las ejerce, para evitar una noticia o torcer una investigación.
¿Cuál es la razón que transforma a la libertad de expresión en el más subversivo de los derechos y al periodismo en una profesión de riesgo? Simplemente el hecho de que su ejercicio real constituye, desde sus orígenes, una contención frente al poder político sin control ciudadano, y una amenaza para los privilegios, el abuso o la impunidad del crimen y la corrupción.
La libertad de expresión se desarrolló no como un principio neutro en el funcionamiento de la sociedad, sino como la expresión más plena de la libertad de pensar y opinar. Al comienzo, los medios escritos que fueron oposición a la reacción conservadora que siguió a la Revolución Francesa, se constituyeron en creadores de opinión pública e impulsores de instituciones democráticas. Hoy, en la multimedia tecnológica de una sociedad informatizada que entrega a cada ciudadano la posibilidad de informar e informarse de manera libre y total.
Los desarrollos tecnológicos han cambiado la matriz del funcionamiento social y la forma como se ejerce el poder, especialmente el político, el cual mientras más opaco menos democrático es.
Hoy, el poder político democrático debe ser representativo y las formas de su ejercicio administrativo son competencias delegadas sujetas a la responsabilidad pública. La transparencia es el pilar central del control ciudadano y la libertad de prensa su componente esencial para evitar que esas formas delegatorias se transformen en una expropiación o privatización de la voluntad ciudadana. Y ello muchas veces no le gusta o no le conviene al poder.
Por cierto también ha cambiado la responsabilidad de los medios. El requisito de veracidad que la libertad de prensa conlleva no está dado por la ausencia de una opinión propia del medio, o por una pretendida neutralidad, sino por bregar de manera incansable y honesta por un equilibrio informativo que contraste oposición y apoyo en torno a los hechos informados. Y también por la voluntad de transparentar tanto sus opciones, como por no claudicar frente a lo que se considera lesivo para el interés de los ciudadanos. Esa es la fidelidad editorial.
Fuente: El Mostrador.
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