Después del bolsillo, la recesión económica aterrizó al interior de nuestras casas, en la intimidad de las parejas e, incluso, en nuestra salud. El estrés que genera el miedo a perder el trabajo y a no ser capaces de pagar las deudas ha puesto en jaque la vida cotidiana de los chilenos. Así lo dicen las encuestas. Así lo analizan los expertos.
I. EL INDIVIDUO: Angustiado por las deudas.
La crisis económica y la incertidumbre que genera han cambiado el escenario cotidiano de muchos. El siquiatra Ricardo Capponi plantea que, para cualquier sujeto, un cambio económico gatilla una crisis y, de paso, innumerables preguntas: "¿Dónde voy a ir a parar?, ¿podré soportar esto?, ¿tendré que hacer muchas pérdidas?". Justamente, aquello que se pierde –el trabajo, el estatus, el colegio donde se educan los hijos– provoca una sensación tremenda de angustia.
Lo más complejo es que cuando la crisis llegó, no todos estaban en buen pie. La recesión pilló a los chilenos con altos niveles de endeudamiento, el peor escenario posible para un mal momento económico y alto desempleo. La encuesta nacional de opinión pública que el Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la UDP realizó en 2008 –durante el segundo semestre, cuando la sensación de crisis ya se había instalado en el país– arrojó que un 57 por ciento de la población tiene, al menos, una tarjeta de crédito, y el 78 por ciento de los endeudados dice que se siente angustiado con esta situación. Se trata, en su mayoría, de gente entre 30 y 45 años, inserta en el mundo laboral y con altos niveles de exigencia. No sólo deben mantener su empleo, sino que están en plena crianza de sus hijos.
La encuesta ICSO-UDP muestra, además, que son las mujeres las que más sufren la crisis: se sienten más endeudadas que los hombres y dan cuenta de un estrés mayor. Que la situación económica personal es lo que genera menos satisfacción en los chilenos, especialmente en las clases más bajas. Y que en momentos como estos, hay quienes se refugian en la familia (los más pobres), y otros en los amigos (las clases altas, que ven en ellos, también, una estrategia: las amistades son sus redes sociales).
Hay quienes plantean, por el contrario, que éste es un escenario propicio para las oportunidades individuales. "Cuando la gente pierde su trabajo o no encuentra uno, puede capear esta ola capacitándose, mejorando su currículum", plantea Paula Barros, socióloga e investigadora asociada al ICSO-UDP. En la misma línea, Eugenio Tironi cree que "a toda generación le hace bien una crisis, y ésta no había tenido una crisis fuerte". Lo que el sociólogo postula es un bálsamo en medio de la turbulencia económica: de este remezón saldremos fortalecidos, más austeros, convencidos de que podemos prescindir de las cosas superfluas.
II. LA CRISIS DE LA PAREJA
El momento económico ha puesto en jaque a las parejas. Y no todos están bien preparados para enfrentar el dilema de un marido sin trabajo o de un brusco descenso en el presupuesto familiar. "Una pareja contenedora puede ser tremendamente revitalizadora en una situación de crisis. En estas situaciones, el vínculo se consolida o se deteriora. No hay alternativa", postula el siquiatra Ricardo Capponi, quien agrega que estos remezones amplifican las cualidades de la pareja, pero también sus defectos.
Estos cambios conllevan, también, cuestionamientos al rol que tanto el hombre como la mujer han tenido durante la relación. Si es él quien ha tenido siempre todo el poder económico y de pronto se ve en problemas, no tendrá en su mujer un interlocutor válido. "Si nada de lo que ocurre en el ámbito económico ha sido compartido con ella, obviamente en momentos de crisis no tendrá ningún apoyo, la mujer estará desvalorizada", explica Capponi.
Las encuestas, en tanto, muestran que los chilenos hacen una distinción importante frente a cómo se sienten con su familia y con su pareja. Mientras la satisfacción con la vida familiar ha fluctuado alrededor del 80% entre 2005 y 2008 (de acuerdo a los sondeos realizados por el ICSO-UDP), la satisfacción con la pareja se ha movido alrededor del 60%, en una curva similar a la que arroja la satisfacción con la vida sexual.
III. LA FAMILIA EXIGIDA
La primera estrategia que un grupo familiar asume en estos tiempos es el ahorro. Comprar lo más barato, hacer foco en lo esencial, pagar las deudas más grandes son las medidas con las que las familias enfrentan el momento económico. "La crisis está afectando el ingreso familiar, especialmente en los grupos medios, porque parte importante de los ingresos dependen del salario variable y eso ha caído en forma estruendosa", explica el sociólogo Eugenio Tironi.
De acuerdo a su análisis, la cara oculta de la recesión es la disminución de los salarios, lo que afecta directamente el consumo y, luego, la capacidad de la gente de pagar sus deudas. Por eso, la crisis traerá aparejados altos niveles de morosidad, especialmente en un ítem muy preciado por la familia: la educación. Así, el pago de los aranceles universitarios y las colegiaturas pueden sufrir las consecuencias de un bolsillo cada día más escuálido.
Sin embargo, hay quienes ven en este momento de apretura económica una oportunidad de replantear la escala valórica de los grupos familiares. "Es una oportunidad para buscar momentos de esparcimiento lejos del mall, más económicos y, por lo mismo, quizás menos estresantes", analiza la socióloga Paula Barros. Y sigue: "Muchas veces las crisis no hacen sino reforzar vínculos, la familia –nuclear y extendida– puede potenciarse como espacio de refugio, seguridad y apoyo". Regresan los valores de la vieja escuela –aquellos con los que se criaron otras generaciones–: la austeridad, el ahorro y la mesura se imponen, especialmente a la hora de guiar a los niños.
IV. LA SALUD SE RESIENTE
En las clínicas ya están recibiendo a pacientes cuyas enfermedades han sido provocadas por la crisis económica. Enfrentados a la pérdida del empleo o a cambios cruciales en sus vidas, muchos han visto cómo su cuerpo también se resiente.
El doctor Alejandro Koppmann, psiquiatra de la Clínica Alemana de Santiago, plantea que las crisis suponen una alteración del equilibrio, un aumento de la incertidumbre frente al futuro. "El organismo se prepara to fight or to flight, es decir, para enfrentar el desafío o huir del mismo y ponerse a buen resguardo", analiza. Y enumera aquellas manifestaciones del cuerpo –esas señales poco específicas– que hablan de tensión y estrés. Esos trastornos sicosomáticos como la migraña, la tensión cervical y el dolor lumbar. Los trastornos digestivos, los mareos, los problemas con el deseo sexual e incluso con la fertilidad. Los síntomas cardiovasculares, como alteraciones de la presión arterial, palpitaciones y taquicardia. Aquellas señales sicológicas latentes en la irritabilidad, en los trastornos del sueño, de la concentración, la memoria y el control de emociones. Y también los trastornos de carácter siquiátrico, asociados a la ansiedad y depresión.
Tal deterioro de la salud aparece, incluso, en los estudios. La serie de encuestas nacionales ICSO- UDP, de 2005 a 2008, arroja que mientras la mayoría de quienes pertenecen al sector ABC1 se siente satisfecho con su salud –cerca del 80%–, en los sectores E poco más del 30% se siente satisfecho. "En crisis, los sectores socioeconómicos más bajos sentirán más estrés, porque tendrán que buscar más trabajo o trabajar doble jornada para obtener los recursos que requieren", asegura Claudio Fuentes, director del Instituto de Ciencias Sociales de la UDP.
V. EL ESTRÉS DE LAS CLASES MÁS BAJAS
El sociólogo Claudio Fuentes dice que las cifras no mienten. Que mientras más pobre, menos satisfecho con los distintos aspectos de la vida. El estrés que conllevan las difíciles condiciones económicas obliga a trabajar más horas (probablemente una doble jornada) para así mantener el estatus de vida acostumbrado. Aun así, Fuentes precisa que la insatisfacción de las clases bajas con su pareja y su vida sexual es hasta 40 veces mayor que la de los niveles de mayores ingresos.
Los estratos bajos se ven más exigidos y cargan con un mayor nivel de angustia, estrés y, por sobre todo, deudas. Así lo analiza Claudio Fuentes: "Cuando tienes más educación, tienes más opciones de trabajo, más y mejores maneras para enfrentar la crisis. Los estratos socioeconómicos más bajos, en cambio, si pierden el trabajo y acceden a otros, éstos son más precarios, y eso los lleva a un mayor endeudamiento".
Son estos estratos bajos (C3, D y E) los que expresan una mayor percepción de endeudamiento, consecuencia directa de la recesión económica. La vulnerabilidad de su condición económica los lleva, también, a vivir con miedo a perder el trabajo, con el cual, sin embargo, no están satisfechos. Un punto relevante en tiempos en que las tasas de desempleo alcanzan los dos dígitos. Lo que se genera es un círculo vicioso: encuentran trabajos más precarios, se sienten menos conformes con ellos y, a la par, aumenta su sentimiento general de insatisfacción.
57% de los chilenos dice tener al menos una tarjeta de crédito. Las deudas son el agobio principal para un ciudadano en crisis.
Las mujeres son las que sufren más con la crisis. Porque se sienten más endeudadas que los hombres y acusan más estrés.
78% de los endeudados dice que esta situación los angustia. Se trata de gente entre 30 y 45 años, inserta en el mundo laboral, muy exigidos.
El estrés que conlleva la crisis obliga a trabajar más horas (quizás una doble jornada), para mantener el estatus. Por eso, las clases más bajas son las más estresadas.
El estrés que conlleva la crisis obliga a trabajar más horas (quizás una doble jornada), para mantener el estatus. Por eso, las clases más bajas son las más estresadas.
30% del segmento E dice estar satisfecho con su salud.
80% de quienes pertenecen al ABC1 declaran satisfacción con su salud.
60% de los chilenos está satisfecho con su vida en pareja.
Por Marcela Escobar Q. - Revista El Sabado.
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lunes, 18 de mayo de 2009
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