BIBLIA, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.

Gabriela Mistral


lunes, 24 de agosto de 2009

CHILE: Nicanor Parra Anti-entrevista.

Próximo a cumplir 95 años, se hace de rogar para hablar con la prensa, mientras se estrena el documental con la historia del Premio Nacional de Literatura que revolucionó la poesía rompiendo con las rimas tradicionales.
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Simpático (cuando está de ánimo). Insoportable (cuando no lo está). Es como si no quisiera hablar con nadie, como si todo lo tuviera harto. Refugiado en su casa de Las Cruces, en la calle Lincoln, con una vista maravillosa al mar, sin embargo en sus poemas ha denostado el océano.

La puerta de calle de su casa de piedra lleva su sello: "anti-poeta" está escrito con tiza o pintura. Frente a la casa, su Volkswagen del año del ñauca, inmundo. Pero él está preocupado de un neumático desinflado. ¿A dónde pretende ir con su cacharro? Chamaco -así se presenta- es uno de sus seis hijos. Y Chamaco está preocupado por su padre, que amaneció con vértigos. Y por el VW al que llama "el escarabajo".

En el antejardín hay un tonel repleto de ampolletas. Uno de sus "artefactos" como los bautizó. Adentro, varios "artefactos" más. Máquinas de escribir antiguas con letreros parrianos. Y al final del pasillo, una reproducción de la Venus de Milo, con un cartel colgado del cuello que anuncia: "Soy frígida. Sólo me muevo por fines de lucro".

Delgado y ágil de cuerpo y mente, este mito viviente de la poesía chilena se describe así en su "Epitafio": "De estatura mediana, con una voz ni delgada ni gruesa. Hijo mayor de un profesor primario y de una modista de trastienda. Flaco de nacimiento, aunque devoto de la buena mesa. De mejillas escuálidas y de más bien abundantes orejas. Con un rostro cuadrado en que los ojos se abren apenas y una nariz de boxeador mulato. Baja a la hora del ídolo azteca. Todo esto por una luz entre irónica y pérfida. Ni muy listo ni tonto de remate. Fui lo que fui. Una mezcla de vinagre y aceite de comer. ¡Un embutido de ángel y bestia!".

Cuando vio Retrato de un antipoeta, el documental con su historia, dijo al cineasta Víctor Jiménez:

- Antes de ver este documental yo pensaba que era guapo.

Las hojas de Parra

El próximo 5 de septiembre, Parra enterará 95 años. Nació en San Fabián de Alico, cerca de Chillán, en 1914. Su madre, doña Rosa Clara Sandoval, de origen campesino, tejedora y modista. Su padre (del mismo nombre) era profesor primario, tocaba el violín y escribía poemas. Seguramente de ahí les viene la vena artística a la dinastía de los Parra, empezando por Nicanor, siguiendo con la Violeta, que, después de darle "Gracias a la vida" se pegó un balazo por un amor desengañado. También heredaron talentos Roberto y Eduardo ("Lalo"). Los hijos y los nietos.

De todos sus hermanos, Nicanor fue el único que tuvo estudios superiores. Más aún: el único que hizo estudios secundarios completos, en Lautaro, Chillán y Ancud. A los 18 años se mandó a cambiar a Santiago. Y entró al Instituto Nacional Barros Arana con la beca de la Liga de Estudiantes Pobres. Ahí se ganó sus pesos como inspector.

Profesor de Matemáticas y Física, cuando se le pregunta qué tiene que ver la poesía con las matemáticas, no vacila -como no lo hizo en una charla en Nueva York cuando lanzó la idea por primera vez:

-La poesía es pura matemática. Es cosa de ver un teorema: ni una palabra de más, ni una de menos.

Criado en el barrio Villa Alegre de Chillán, su primer "anti-cuento" lo publicó en la Revista Nueva, que creara con Jorge Millas y Carlos Pedraza. Gabriela Mistral, en una ceremonia pública en Chillán, lo elogió. "Va a ser un gran poeta".

Más tarde se tituló en Mecánica Racional (esa carrera parece un anti-poema, ¿verdad?), especialidad que enseñó en el Pedagógico de la U. de Chile. No le pareció suficiente. Siguió con Mecánica Avanzada en la U. Brownsville, Texas. Y Cosmología en Oxford. Todo financiado con becas.

Su primer anti-cuento es Gato en el camino. Y no paró más. Cancionero sin nombre fue alabado por la propia Mistral. Se suman La Cueca Larga, Antipoemas, Versos de salón, Manifiestos, Canciones rusas, Poemas y anti-poemas, Obra gruesa, Los profesores, Artefactos, Sermones y prédica del Cristo del Elqui, El Antilázaro, Chistes para desorientar a la poesía, Coplas de Navidad, Hojas de Parra y Poemas para combatir la calvicie, por nombrar algunos.

Premio Nacional de Literatura en 1969, se han hecho documentales sobre su vida y obra. Nicanor Parra en Nueva York, de Jaime Barros, y Nicanor Parra, de Guillermo Khan. Por estos días se estrena el de Victor Jiménez. Pero no sabe si aparecerá en el estreno.

Quijotesco -aunque él prefiere hamletiano-, tiene una historia de amor-amores. Con la primera esposa tuvo tres hijos. Luego se enamoró de una sueca, Inga, que tenía la mitad de su edad. Con ella vivió diez años. Más tarde, con una señora de apellido Tuca, ("La Tuca" le dice él) con la que tuvo a Colombina, artista y arquitecto, y Juan de Dios, "el Barraco". Pero de todas, su gran amor fue Ana María Molinari, en quien se inspiró para escribir La mujer imaginaria. Tiempo después de separarse, ella se suicidó.

Él mismo cuenta que cuando le propuso casarse a la mujer imaginaria, ella le respondió:

-Cómo querís que me case contigo. Eres un viejo h..., roto, comunista y más encima Premio Nacional. Mi familia te podría perdonar los tres primeros, pero que seas Premio Nacional de Literatura, no. Son pobres y se dedican a escribir...

-¿Es pesado o simpático?

-Mitad y mitad -responde Víctor Jiménez, que tuvo que soportar más de una pataleta suya. Los alumnos lo adoran, lo acosan y llenan cualquier lugar en que se encuentre Parra.

Izquierdista -incluso comunista en sus tiempos mozos-, no está con los revolucionarios ni con los conservadores. Él mismo se define. Ni capitalista ni socialista, sino todo lo contrario: ecologista. Es francamente parrista.

Director fantasma

Actualmente sus días pasan en Las Cruces, donde alumnos, profesores y académicos de todas partes "peregrinan" a verlo. Además, es director honorario de la Universidad Diego Portales: ahí lo valoran como una joya. Funciona en la Escuela de Literatura Creativa. Le importa que se sepa que no gana sueldo. Rodrigo Rojas, director de la carrera, comenta:

-Parra es un director fantasma.

-¿Porque no va nunca?

-No. Sí viene, pero a él le gusta que su título no sea director honorario, sino director fantasma. Él mismo se lo puso.

De vez en cuando da charlas.

-Como es tan popular -comenta una ex alumna-, cuando viene se arma la grande. Los alumnos le llevan sus libros para que se los firme.

Dicta charlas, sobre todo en el primer semestre, en el seminario sobre Shakespeare. En el segundo, participa en la cátedra Bolaño. Suele ponerse de acuerdo con el director Rojas, quien va a buscarlo a la casa. Pero comenta:

-Él exige que todo sea de sorpresa. Viene sin avisar. A veces llega en tenida informal, como si fuera a un safari. Pero cuando tiene una actividad académica, se viste formal, con corbatas a franjas, como si estuviera en Oxford o Cambridge. Chaqueta de tweed, sombrero. Se lo toma bien a pecho.

Se cuida Nicanor. Es asmático y harto aprensivo. Sufre de vértigos. En la universidad se pasea por el patio, va al casino, los alumnos lo rodean.

-Sería más fácil lidiar con una estrella de rock -comenta el director-. Todos quieren estar cerca suyo. Y a él le gusta conversar con los chiquillos.

Famosa es la anécdota de cuando aceptó ser director honorario de la Escuela de Literatura, invitado por el rector Manuel Montt. Detrás de la invitación, Parra escribió que aceptaría "a condición de que la Universidad se llamara Pedro, Juan y Diego Portales". El rector replicó que así se llama, pero que a alguien se le había olvidado poner el nombre completo. Entonces aceptó.

El mayor de nueve hermanos es considerado por muchos como un hombre de extrema izquierda. Él lo desmiente, de hecho, en algunos anti-poemas. Religioso, para nada, aunque sus casas estén llenas de cruces: "artefactos" al decir de él.

-Decidme, hijos, ¿hay Marx?

-Sí, padre. Marx hay

-¿Cuántos Marxes hay?

-Un solo Marx no +

-¿Dónde está Marx?

-En el culo, en la tierra y en todo lugar

-¿Aleluya? ¡Aleluya!

(Al final aclara "dice culo. Debiera decir cielo")

Una de sus reglas literarias es "no dejarse tragar por el discurso cuico". En un block o cuaderno, con un grueso plumón negro va escribiendo sus ocurrencias, esas cosas que se le vienen a la cabeza en cualquier momento y que van llenando tomos. Usa el lenguaje cotidiano, con mucha fuerza y una tremenda ironía que parece servirle de escondite.

Más claro, si es menester, lo explica él mismo en uno de sus anti-poemas:

"Durante medio siglo la poesía fue

el paraíso del tonto solemne.

Hasta que vine yo y me instalé

con mi montaña rusa.

"Suban, si les parece,

claro que yo no respondo

si bajan echando sangre

por boca y narices"

Despidiéndose en sus versos

Erguido, ágil de cuerpo y mente, en algunos de sus poemas no líricos ya se adivina un cierto cansancio. Se ha ido despidiendo de a poco en sus versos, aunque aún no para de escribir. Como en "Versos de Salón" donde dice:

"Yo quería seguir poetizando,

Pero se me terminó la inspiración"

También se asoma desencanto y, más aún, búsqueda de lo trascendente en "Tres Poemas":

1

"Ya no me queda nada por decir

Todo lo que tenía que decir

Ha sido dicho no sé cuántas veces

2

"He preguntado no sé cuántas veces

Pero nadie contesta mis preguntas

Es absolutamente necesario

Que el abismo responda de una vez

3

"Sólo una cosa es clara

Que la carne se llena de gusanos"

O como en "Versos de Salón":

"La poesía se ha portado bien

Yo me he portado horriblemente mal

La poesía terminó conmigo"

Huye de los fotógrafos como del mismo diablo. Frente a nosotros, se tapa la cara con ambas manos, cubierta la cabeza con un gorro tejido color granate.

-No doy entrevistas -asegura.

Mientras tanto, atento pero con aire distraído, sigue revisando su auto beige, como si eso fuera lo único que le interesa en el mundo.

-No confío en los periodistas: me tergiversan. Mándeme un cuestionario -dice malhumorado, en tanto sus ojos bien azules se llenan de risa.

Por Raquel Correa – Revista ElSabado.
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