El movimiento ciudadano más importante del año cumple 100 días. En esta columna, su fundador, Mario Waissbluth, expone la evaluación del estado de la enseñanza que han logrado recabar en estos tres meses y esboza el plan que Educación 2020 les presentará a los presidenciables el próximo año. Para que se pronuncien.
El movimiento ciudadano más importante del año cumple 100 días. En esta columna, su fundador, Mario Waissbluth, expone la evaluación del estado de la enseñanza que han logrado recabar en estos tres meses y esboza el plan que Educación 2020 les presentará a los presidenciables el próximo año. Para que se pronuncien.
Desde el 7 de septiembre pasado hasta hoy, con un manifiesto de Educación 2020 redactado en dos días, ha pasado agua bajo los puentes. Nuestros diagnósticos y planteamientos han ido mutando. Estamos aprendiendo y no somos dueños de la verdad. Estamos ordenando nuestra indignación y transformándola en proposición.
Que esto no les dé vuelo a los que buscan creativas maneras de ver el vaso medio vacío. Que somos comunistas porque hablamos de equidad. Que los ingenieros no tienen por qué opinar sobre educación. Que no definimos qué es calidad. Que no nos preocupamos de la familia ni de los valores. Que no se puede solucionar la educación antes de resolver la desigualdad social.
A quienes opinan que no hay que ocuparse de esto porque lo primero es eliminar el estado neoliberal y reaccionario, y cambiar la Constitución, los dejamos cordialmente invitados a ganar las elecciones con el 67% de los votos. ¿O vamos a volver a los balazos?
¿Por qué mejor no canalizar la energía de todos para realizar propuestas concretas, técnicamente factibles y políticamente viables? Día a día egresan de educación básica jóvenes que no entienden lo que leen, que no saben restar, y que reciben una condena a cadena perpetua de miseria o improductividad.
No somos los dueños del plan nacional de desarrollo. Ni del plan nacional de educación. Este tema tiene muchas e importantes dimensiones, como la institucionalidad pública de la educación, los terribles problemas de equidad social -y la dificultad para enseñar en ese contexto-, la necesidad de escuelas pedagógicas que desarrollen modelos educativos y valores adecuados, la infraestructura, la tecnología, etc.
Nuestro tema es más "pobre pero honrado". Atacar de inmediato lo más olvidado por la elite política de este país: lo que ocurre en la escuela y el aula, con los alumnos, profesores, directores y apoderados. Esto se podría iniciar ahora mismo si existiese consenso político. Es honrado pero no tan pobre, porque resolver este problema es muy caro, toma mucho tiempo, y es el cuello de botella en cualquier escenario posible de institucionalidad, modelo económico, lucro o no lucro: la calidad de la oferta educativa de Chile es simplemente pésima, en el sector público y en el privado.
Los datos y las causas del horror
Hemos repasado una y otra vez los datos, pero hay que completarlos. Como puede observarse en el recuadro (página siguiente), ésta es una película de terror. La sociedad chilena ha escogido ampliar masivamente la cobertura de la educación, descuidando brutalmente la calidad y la necesaria inversión que hubiera debido acompañarla. Esto condena al país al bajo crecimiento y a la inequidad social. Y el que crea que basta con "sanas políticas económicas" para que alcancemos el desarrollo con equidad, está haciéndose el cucho.
¿Cómo llegamos al actual estado? En la raíz, hay dos explicaciones, ambas de naturaleza política. Una tiene que ver con la grieta ideológica -como una falla geológica- que partió este país en dos entre los 70 y los 90. El terremoto costó muertos, desaparecidos, exiliados, y una fractura social que continúa, liderada por momios de izquierda y derecha que siguen con la pata en el enchufe del siglo XX. Hoy sólo sufrimos temblores menores, pero la grieta sigue allí.
Lamentablemente, la educación está en el epicentro. Nadie tiene diferencias ideológicas por las obras públicas, o por la Superintendencia de Valores. Pero los que luchan por darle un "voucher" a cada niño para que compre la educación en el mercado -que lo resuelve todo- o los que gritan que muera el lucro y que terminen con los ladrones de la educación, se las han arreglado para frenar cualquier solución a los problemas que se reflejan en estos datos que hemos expuesto en el recuadro. Cada año, cientos de miles de niños y jóvenes se caen a la grieta mientras varios ideólogos y parlamentarios frenan los avances con un cappuccino en mano.
La segunda razón es que abordar los problemas educacionales tiene costos políticos y financieros de corto plazo, y beneficios de muy largo plazo. Si sumamos la reelección eterna de los momios del siglo XX, el sistema binominal y los períodos presidenciales de 4 años -que en realidad son tres-, percibimos que no ha existido incentivo ni castigo político alguno para resolver esta inmoralidad.
La pregunta estriba en si acaso, en este contexto, seremos capaces de conciliar un pacto nacional de largo plazo, entre las izquierdas, las derechas y el Colegio de Profesores. Por lo que hemos podido constatar, el menor de los problemas serán los profesores, harto más sensatos de lo que todos se imaginan, y más vilipendiados de lo que se merecen, sacándose la mugre como lo hace la gran mayoría (por cierto, hay groseras excepciones). Habría que mandar a los amantes del cappuccino a pasar un mes enseñando 30 horas semanales en una escuela básica de la periferia de Santiago con un aula de 45 alumnos, para ver la chichita con que se están curando.
Por esto, a Educación 2020 no le queda otra que seguir chillando, denunciando, proponiendo y aumentando su membresía, porque del interior de la actual clase política la solución no surgirá. Mientras, los niños se siguen cayendo a la grieta. Uno se pregunta, frente a este horror, con qué cara algunos se miran en el espejo en las mañanas.
Las propuestas 2020
Algunos principios básicos. Primero: esto es sistémico. Una pirámide de cinco vigas. Si se cae una, se cae todo. Segundo, es gradual. No se inventará por decreto una nueva generación de educadores de párvulos, profesores, directores de escuela, profesores de Pedagogía. Ni se jubilará o retirará dignamente de un día para otro a los que sea necesario. Por algo esto se llama año 2020. En tercer lugar, no existe país en que se haya hecho una reforma educativa en serio sin acuerdo con el gremio de los profesores.
Por último, ésta debe ser una política de Estado y no de gobierno. Por eso, en junio del próximo año, señores candidatos formales a la Presidencia y el Parlamento, les pondremos el paquete de medidas al frente y les preguntaremos públicamente si están dispuestos a firmar un pacto e impulsarlas, ya sea que pierdan y queden en la oposición, o ganen y asuman el gobierno. No nos interesa que nos vengan con el cuento de que les encanta la educación, sino que nos hablen con la firme, que se pronuncien sobre proyectos y legislaciones concretas y secuenciadas, con transitorios programados, asociados a platas cuantificadas.
La primera viga: una nueva carrera docente en materia de formación; ingreso con examen de habilitación; inducción con tutoría; incentivos, evaluación y remuneración significativos; retiro digno; y, en definitiva, un estatus social equivalente al de Ingeniería, Derecho o Medicina, que atraiga y retenga a las personas más capaces, al igual que en los países desarrollados.
Esto lleva muchos ingredientes, algunos de los cuales van en el Estatuto Docente, otros en la necesaria seducción a buenos egresados de secundaria, el cierre de escuelas de pedagogía espurias y un refuerzo gigante a aquellas más serias y acreditadas, si es necesario importando maestros de maestros. Además un refuerzo y apoyo especial a los profesores actuales, comenzando por la educación básica y parvularia, pues es allí donde se están produciendo los daños más irreversibles. Por sobre todo, que la sociedad se dé cuenta de que ésta es una profesión clave, y que la hemos dejado de lado durante muchos años, privándola del sitial que le corresponde.
La segunda viga: enseñar en una escuela rodeada de delincuencia y drogadicción, con apoderados de escasa educación, en salas de 45 alumnos y con 75% del tiempo en aula, es muchísimo más difícil que enseñar en Las Condes. Por lo tanto, la subvención microscópicamente diferenciada tiene que transformarse en subvención majestuosamente diferenciada, de modo que los profesores de escuelas vulnerables puedan dedicarles mucha más atención individual a sus alumnos, a sus apoderados y a la comunidad que los rodea. Hay una escuela que logra excelentes resultados en la zona de pobreza y delincuencia más dura de la población La Legua... con $ 93 mil por alumno.
La tercera viga: no hay buenas escuelas sin excelentes directivos, formados en un altísimo nivel, tutoreados por personas de aun mayor nivel. Verdaderos líderes de sus profesores y alumnos, motivados, ciertamente no vitalicios, concursados pública y transparentemente, y con las atribuciones necesarias para dirigir sus escuelas en lo pedagógico, motivacional y administrativo.
Por algo esto es sistémico. Si uno fuera profesor, con algunos de los directores que andan dando vuelta por ahí, se negaría a darles más atribuciones en el Estatuto. Mayores atribuciones para los directores, siempre que sean certificados como excelentes directores. Otra clave a ser negociada.
La cuarta viga: participación de los padres y apoderados. Bien fácil en Las Condes, no tan fácil en Panquehue o la José María Caro. Hay quienes argumentan que estamos dejando de lado a las familias. Pero no podemos salir con altavoces a las calles a pedirles que éstas se preocupen. Confiamos más bien en que los directores y profesores tengan el tiempo, la formación, la posibilidad y las metodologías para hacerlo.
La madre de todas las vigas: los recursos. Ninguna de las anteriores es gratis. En nuestro primer manifiesto nos equivocamos: quedamos cortos. Si bien no hemos tenido el tiempo para hacer cálculos y cronogramas más precisos -los haremos-, ya tenemos claro que nos caímos al decir 0.5-0.7% adicional del PIB. Será ciertamente más del 1%, posiblemente cerca del 2% adicional del PIB. Gradualmente, pero no nos salva nadie.
Esta no es una decisión de Hacienda, es de la sociedad chilena. Si queremos terminar con esta inmoralidad, tenemos que aumentar el gasto público en este monto e invertirlo eficientemente. Por cierto, nadie se metería la mano al bolsillo para financiar con sus impuestos la quinta viga si no se levantan simultáneamente las otras cuatro. De allí que éste es un asunto sistémico, basado en una política de Estado, consensuada y de largo plazo.
Para cerrar: hay quienes dicen que somos unos plagiadores porque nada de esto es nuevo. Plagiadores a mucha honra. No somos un centro de estudios: somos un movimiento político, ciudadano y desvinculado de los partidos, que exige y busca una solución consensuada, la que no se ha logrado articular por décadas. Por eso, mejor ingresen a www.educacion2020.cl, adhiéranse, participen en los foros, y dejen que los plagiemos otro poquito.
Otros dicen que somos unos idealistas ilusos. A mucha honra, lo somos. Sólo nos queda responder con una frase, casi centenaria, de Max Weber: "El hombre no habría logrado lo posible, si no hubiera intentado muchas veces lo imposible".
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