BIBLIA, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.

Gabriela Mistral


martes, 17 de febrero de 2009

CHILE: Sobre el sentido de los cambios.

Tal vez porque la sociología estudia el cambio social es que esta bella disciplina me sedujo desde temprano. Por cierto, el cambio es encantador cuando la realidad es tan chocante y dolorosa para la mayoría de la humanidad.

El fracaso del capitalismo en términos humanos y éticos no se justifica por su capacidad para producir bienes. El abandono de continentes completos a la ley de la selva y la pretensión de que la aplicación de la ley del mas fuerte puede construir un mundo mejor, son los mayores argumentos para buscar el cambio. Esto no siempre fue así.

Hubo sociedades en la antigüedad que vivían del no cambio, tales como la cultura egipcia, temiéndole a los extranjeros, como fuente de desorden. El no cambio se fundamentaba en una visión del tiempo como cíclico y no lineal.

El no cambio, mantenía el orden. Es la revolución francesa el gran hito que cuestiona los órdenes establecidos y comienza a creer en el cambio.
Queda claro como lección histórica, que ni el cambio ni el no cambio llevan a situaciones de mayor justicia o felicidad.

Pero nuestra sociedad ha acumulado tanto poder, económico, tecnológico, ideológico (de las ideas) como ninguna otra etapa de la historia humana. El cambio se produce en nuestros días sin necesidad que medie la voluntad humana organizada. El cambio es un estado permanente. El cambio llegó para quedarse. Y por cierto en muchos casos nos lleva en direcciones no deseadas. El cambio climático, la crisis urbana, el hambre, la pobreza, la globalización de la droga y el trafico de humanos etc., son efectos no buscados de los sistemas de organización de nuestras sociedades.

La lucha de nuestro tiempo, en estricto rigor no es por el cambio o la ausencia de este.

La lucha de nuestros tiempos es respecto de la dirección de dichos cambios.

Lo que esta en pugna en nuestras sociedades es la conducción del cambio.

Los actores poderosos, por la acumulación incesante de recursos tienden a reproducir la concentración de poder y aumentarla, justificarla y sacralizarla.

La consecuencia es la marginación y dominación de la mayoría por parte de unos pocos.

En la práctica, la dialéctica de: dominación liberación, sigue presente y es el factor central de esta pugna por el control del cambio.

Este fenómeno, ha alcanzado niveles planetarios y esta pugna es globalizada. Los cambios tienen efectos globales sin importar la localización geográfica de su fuente.

La idealización del orden social que se ha consolidado pasa por la idea de que este proceso obedece a causas naturales e inevitables. Que no es producto de la voluntad humana. Así es inútil oponérsele, y solo queda disfrutarla si se es beneficiario (la minoría) o padecerla si se es victima.

También juega un rol central en esta idealización, la percepción de que las cosas funcionan así y que dentro de esta lógica de funcionamiento existe la solución para las grandes mayorías. Esta fé, ha estado repitiendo su credo hace ya casi dos siglos de manera incesante. La utopia del mercado nos traerá la abundancia y la felicidad, solo hay que dejarlo funcionar sin restricciones. Es decir, apliquemos la ley de la selva a la sociedad humana.

La dirección del cambio, requiere inevitablemente asumir que se esta tratando con criaturas humanas. Estas constituyen un misterio. No sabemos lo que pueden llegar a ser, y solo suponemos la grandeza que pueda alcanzar. El solo pensar que puede ser la persona humana de ser capaces de liberarla de todas las ataduras que frenan su expansión. La miseria, la ignorancia, el hambre, el miedo etc. Y de liberar a todas las personas y a toda la persona humana.

La lucha por la dirección del cambio es la lucha por la liberación de la persona humana.

Así, la próxima vez que discutamos sobre la necesidad de cambios, preguntémonos por el sentido de los cambios.

Por Humberto Burotto

Gentileza: Instituto Jorge Ahumada.
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