La seguidilla de renuncias al interior de la Concertación visibiliza por estos días las dificultades que encierra el proceso de candidatos al Congreso. Nuevamente, se sugiere la posibilidad del mecanismo de primarias como solución, promoviendo que el resorte de la elección descanse en la ciudadanía y no en las cúpulas partidarias.
El tema ronda en el ambiente desde hace tiempo. Ya fue mencionado a raíz del ambivalente resultado de las elecciones municipales pasadas. En ese momento, el debate al interior de la coalición se centró en los atributos "fallidos" de algunos candidatos haciendo referencia a cómo el plus que otorgaría la juventud, la importancia del arraigo local así como la cercanía y la llaneza de trato lograban condensar un cierto estilo de hacer las cosas que, al menos a nivel local, es premiado por las personas. Para explicar el resultado de la Alianza, el analista Eugenio Guzmán afirmó que ésta había hecho "una opción por buenos candidatos, destinó bien sus recursos y logró asignar a las personas correctas". Por su parte, Ricardo Solari no trepidó en reconocer la "selección deficitaria de candidatos a alcaldes" por parte de la Concertación.
Lo cierto es que la selección de la oferta electoral, una de las funciones más importantes que desarrollan los partidos suele asimilarse, erróneamente, a un mero acto administrativo sin mayores consecuencias. Por tanto, ha estado ajeno tradicionalmente al escrutinio público salvo casos conflictivos que, si bien antes eran puntuales, hoy han pasado a ser la norma, dando cuenta de fenómenos que difícilmente se explican por la personalidad de los aspirantes. Los estudios para el caso de las mujeres grafican este momento con ciertas metáforas alusivas a lo titánica que les resulta salir airosas del mismo. Así, se alude a "atravesar el Rubicón" o a metáforas bíblicas como la que reza que "es más fácil que un camello atraviese el ojo de una aguja". Dicho sea de paso, uno de los test para los partidos y su permeabilidad al cambio cultural más amplio que experimenta la sociedad será escrutar la composición femenina de las listas.
Lo cierto es que dicho proceso es muy relevante porque de él depende el liderazgo político de un país y, en definitiva, la calidad de las decisiones que se tomen. Estudios sobre este fenómeno en Chile, para el caso de elecciones parlamentarias, hablan de lógicas de patronazgo en base a un modelo centralizado y controlado por la élite donde la amistad personal, las redes sociales, los lazos familiares o la influencia financiera son determinantes. También se ha comprobado la existencia de prácticas como "el que la tiene, la mantiene" para referirse al mejor derecho a competir de los titulares del cargo, generando distorsiones en la competencia y la sensación de una clase política eximida de las incertidumbres y vaivenes a los que están expuestos el resto de los mortales.
Resulta importante conocer más y mejor estas prácticas, así como otras relativas a la vida interna partidaria, no sólo porque guardan relación con la insatisfacción ciudadana con los partidos sino porque ayudarían a anticipar los impactos adversos de soluciones que parecieran ser la panacea, como es el caso de las primarias. La información de prensa sobre las características que tendría el proyecto que La Moneda pretende enviar para su regulación no resulta tranquilizadora. Dejar en manos de los partidos la decisión de realizarlas es un indicador de que la medida no resultará eficaz.
Nuestros partidos, reconocidos en el marco de la realidad partidaria latinoamericana como organizados y disciplinados, no logran mostrar la flexibilidad necesaria para adaptarse a los dilemas ambientales que desafían los viejos patrones de representación, con ciudadanos más exigentes, que no confían en ellos pero que sí reconocen su indispensabilidad para la democracia, según Latinobarómetro. Resulta conveniente recordar que, en países donde la legislación resguarda su obligatoriedad y simultaneidad, las primarias no han contribuido precisamente a aumentar la credibilidad ciudadana en los partidos. La experiencia demuestra que si bien generan una energía poderosa en términos de movilización y legitimidad, también conllevan luchas fraccionales, disputas encendidas y fragmentación lo que no es bien recibido por la ciudadanía que, luego, lo traduce en rechazo electoral. Estudios realizados en países europeos como Alemania y España, pero también en América Latina por Fraidenberg, arrojan que los votantes rechazan partidos cuya falta de unión puede debilitarlos. Estos hallazgos no debieran inhibir el entusiasmo por esta fórmula sino evitar impulsos e improvisaciones, contemplando incentivos que impacten en el ámbito de los valores porque si algo está medianamente claro es que, si bien muchas de las críticas que reciben los partidos políticos son injustas, también es cierto que no es el espíritu deportivo lo que caracteriza a las culturas partidarias.
Por María de los Ángeles Fernández - Directora Ejecutiva, Fundación Chile 21 – El Mostrador.
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