El metro expande su red, se abren centros culturales y llegan starchitects a firmar rascacielos. ¿Qué más quiere Madrid? Sólo una cosa: los Juegos Olímpicos del 2016. A eso le apuesta. Por tercera vez. "Tengo una corazonada", dice el eslogan. Y esa fe es la que hoy mueve a la ciudad.
Saludo a Verdasco, topten del tenis español, tratando de fingir familiaridad. El plan ?por decir "plan"? es que devuelva un gesto que sirva de excusa para acercarme.
Esto sucede mientras Fernando Verdasco echa un vistazo a la Caja Mágica, el megacomplejo que se declara el más moderno del tenis mundial. El mismo sitio donde, en cualquier momento, se dejará caer la Comisión Evaluadora del Comité Olímpico Internacional, COI.
Eso es un problema: no tengo autorización para estar aquí. Si me encuentro a metros del campeón de Copa Davis es porque todo el mundo anda pajareando, preocupado del examen que se viene. Porque son estos jueces COI los que ponen nota a Madrid en la carrera por ser la sede de los Juegos Olímpicos de 2016.
Es el nuevo sueño de la ciudad, luego de dos intentos fallidos: perdió los del 72 frente a Munich, y los de 2012 terminaron en Londres. Ahora, se enfrenta a Chicago, Río de Janeiro y Tokio en una carrera que termina el 2 de octubre. Mientras, en cada rincón de Madrid se lee el eslogan: "Tengo una corazonada".
Verdasco evalúa el campo, las modernísimas graderías rojas, el techo retráctil. Escucha explicaciones y, entonces, gira. Lo saludo. El topten ni se inmuta. Los que lo acompañan, sí: uno toma su radio. Tengo una corazonada: es hora de salir. Estoy en eso cuando una veloz comitiva de autos negros (puros hyundais que parecen limusinas, escoltados por camionetas con el logo de Madrid 2016) estaciona en fila. Medio minuto y se forma una multitud. Varios llevan carpetas. Son del COI. Llegó la hora.
Noticias. La Comisión es omnipresente y opaca cualquier otra noticia: que ahora sí la estación Puerta de Sol está lista, aunque todavía parece a medio armar; que la crisis ha afectado el arriendo de oficinas en los monumentales rascacielos recién estrenados al norte del Paseo de la Castellana, y que ni el prestigio de algunos de sus creadores, los starchitects Norman Foster (que hizo aquí la torre más alta de España y una de las mayores de Europa) y César Pelli (el de las legendarias Petronas, de Malasia) ha servido para remontar las ventas, aunque sí para atraer buses de turistas.
Sigo el rastro de la Comisión en unos diarios desparramados en el mesón de entrada del emergente Matadero Madrid, un muy joven y activo centro cultural en el lado sur, más allá de Atocha, por Plaza Legazpi, pegado al Manzanares.
El Matadero funciona en unos viejos galpones de ladrillo, con vigas de hierro y grandes patios olvidados hasta hace poco. Ahora, tiene una sala de teatro bien comentada, exposiciones, video-arte (hoy presentan Estar con la gente no es lo mismo que estar contigo mismo, o con tu perro... y no sólo el título es divertido), y una máquina vendedora igual que la de bebidas, pero con revistas y libros de arte en lugar de botellas.
La idea es dar vida a Legazpi, un barrio periférico, discreto; más de obreros que de artistas; más de señoras anticuadas que de jovencitas alternativas; llamativamente quieto en un día soleado como hoy, en que la Gran Vía es una marejada humana que golpea las vitrinas cargadas a los descuentos. La misma revitalización que buscan en el lado norte los Teatros del Canal, estrenados a comienzos de año.
Ése es también uno de los objetivos de la Caja Mágica, construida en una ladera desnutrida del río Manzanares, en el distrito de Usera. También es lo que pretende la expansión del Metro (se habla de unas 120 estaciones nuevas en los últimos nueve años). Datos todos que van en la carpeta que se entrega a los evaluadores del COI. Para impresionarlos. Para mostrarles que Madrid es una ciudad moderna, en marcha. Y que el plan olímpico es a prueba de recesión, crisis, lo que sea, porque todo, o casi todo lo que necesita la ciudad para ser capital olímpica está hecho. O financiado.
A Javier Reverte le han dicho "el Paul Theroux hispanoamericano", porque viaja mucho, escribe sobre eso, e intenta entender (y explicar) los sitios que visita.
Reverte es madrileño (por un dato suyo fui a parar a Plaza de Oriente, y no hay queja: los atardeceres son de antología). Vía e-mail, me explica: "Ésta (fiebre olímpica) es más una obsesión política; a nivel popular, no hay mucho interés"(...); "(Ser sede) sin duda traerá un encarecimiento de la vida y beneficio para los comerciantes; el madrileño de a pie lo sentirá en su bolsillo. De hecho, ya lo estamos sintiendo con todo el gasto que se ha hecho para lograrlos"(...); "Madrid no necesita esto; le basta con el Museo del Prado".
El Prado. Es cierto. Al legendario museo no le entran balas ni campañas olímpicas. A El Prado ni siquiera le hicieron mella las críticas por "el Cubo", su ampliación, un proyecto polémico que estrenó en 2007, usando el Claustro de los Jerónimos. Así sumó 50 por ciento de superficie y un nuevo ritual: la visita al sector nuevo para ver si se justificaba tanto reclamo.
Reverte agrega una definición: "Madrid siempre está en obras, patas arriba... ¿Más obras aún? No quiero pensar en una ciudad llena de taladradoras durante los próximos ocho años".
Tiene razón, a Madrid le sobran taladros y calles cortadas. Aunque The New York Times haya anunciado en marzo que había vuelto a ser "ciudad para peatones", luego de cinco años de proyectos de renovación urbana detenidos por la crisis económica.
En varios sectores, algunos muy turísticos, digo calles como Fuencarral ("donde debes comprar, si quieres ser moderno", dice un folletín pegado en la vitrina de una boutique moderna, repleta de jóvenes que quieren serlo), parece que nadie avisó y el cemento aún no vuelve a su lugar.
A propósito, triBall es otro intento de renovación urbana. "triBall" (con minúscula inicial) resume el nombre "Triángulo de Ballesta": un arrabal formado por las calles Ballesta, Corredera Baja y Chicote, a metros de Gran Vía, y repleto de edificios decadentes y prostitutas maltratadas.
Con apoyo público, ha sumado nuevos vecinos: diseñadores y artistas. Bohemios. Tiendas innovadoras. Proyectos culturales, en edificios que renacen. Y sin forzar a sus actuales vecinos, que siguen ahí, coexistiendo en paz.
El edificio ícono de triBall es La maison de la lanterne rouge, gran tienda de diseño que ocupa el primer piso del edificio donde antes estaba el prostíbulo Kiss. Varias habitaciones del ex hotel funcionan como talleres o salas de exhibición. Otras se conservan como en los años en que se comerciaban otras cosas.
Sólo dos sitios parecen libres hoy de las banderitas olímpicas (en la televisión dijeron que hay 50 mil ¡50 mil! repartidas por toda la ciudad). Uno de esos sitios es la terraza de La Casa Encendida, el centro cultural de Caja Madrid. En el último piso, entre jardineras frondosas, bancas de madera e instalaciones de arte, los madrileños fuman. Leen. Navegan en sus netbooks. Algunos repasan el catálogo de la muestra Retratos de Nueva York, con piezas del MoMA y nombres que van de Diane Arbus a Cartier-Breson, que se puede ver pisos abajo. Siempre hay eventos de ese calibre.
El otro sitio donde la campaña olímpica parece no existir es el estiloso café en el último piso de CaixaForum Madrid, notable centro cultural de La Caixa (especie de "rival" de Caja Madrid). Abierto el año pasado en la remodelada Central Eléctrica del Mediodía, envidiablemente bien ubicado: a minutos del Prado, del Thyssen-Bornemisza y del Centro Reina Sofía (que merece otra visita tan sólo para ver su ampliación, del 2005, obra del arquitecto Jean Nouvel). Y su edificio se hace notar desde el principio: parece suspendido en el aire.
Es un día triste, aunque el cielo hoy no parece saberlo. Cero a seis. El Real cayó estruendosamente en el Bernabéu. Frente al Barcelona. El máximo rival. Los madridistas aplaudieron de pie a los catalanes. "No había de otra", dice un chico en Del Diego, bar con aires de Manhattan, en el barrio de Chueca. En estas mesas han estado, dicen, desde George Clooney a Felipe de Asturias. En la semana, los parroquianos son más bien plebeyos.
Del Diego tiene fama por los cocktails, obra de Fernando del Diego, un señor mayor con mano firme. En una pausa agradable, mientras llega el daiquiri ?varios diarios repiten que es el mejor de Madrid?, trato de dejar la obsesión por los Juegos. Funciona bien, hasta que Fernando, el hombre del daiquiri, hace un comentario. Dice: "¿Cuántas veces se han repetido sedes del mismo continente?". Más tarde busco el dato: desde comienzos de los cincuenta, no ha vuelto a suceder. Y Londres organiza los de 2012.
Ahora yo tengo un presentimiento. Y no es bueno.
Datos prácticos
Llegar
A Madrid con Tam desde 678 dólares en temporada baja, y 921 en alta, sin impuestos (www.tamairlines.com). También vuelan Iberia y Lan.
Dormir
H10 Villa de la Reina, en Gran Vía, es un cuatro estrellas con aires de hotel boutique. Desde 75 euros. www.h10hotels.com
RoomMate, cadena de hoteles que mezclan arte, ubicación y sexy prices, desde 75 euros. www.room-matehotels.com
Más información
www.turismomadrid.es
www.esmadrid.com
La ficha
Matadero Madrid, www.mataderomadrid.com
Teatros del Canal, www.teatrosdelcanal.org
La Casa Encendida, www.lacasaencendida.es
CaixaForum Madrid, www.laCaixa.es/ObraSocial
Del Diego, Calle de la Reina 12.
Museo Nacional del Prado, www.museodelprado.es
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; www.museoreinasofia.es
triBall, www.triballmadrid.com
Texto y fotos, Mauricio Alarcón C. desde Madrid, España.
Fuente: Revista El Domingo.
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miércoles, 8 de julio de 2009
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