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Gabriela Mistral


lunes, 13 de julio de 2009

HONDURAS: Recuperar la democracia en Honduras.

"...Por último, no cabe duda de que revertir un golpe de Estado y restituir a un gobernante elegido democráticamente es un objetivo importante y de principio. Pero no puede ser el único objetivo. Debe ser equilibrado contra otros objetivos tales como evitar el derramamiento de sangre y la moderación de las tensiones políticas y la polarización que pueden socavar las perspectivas de más largo plazo para la democracia y la paz social".

Nadie -o, al menos, nadie fuera de Honduras- parecía pensar que iba a ser muy difícil revertir el reciente golpe militar de ese paía que envió el Presidente Manuel Zelaya al exilio. Todos los gobiernos del Hemisferio Occidental (y de todo el mundo) condenaron rápidamente el golpe y pidieron la restitución inmediata de Zelaya al poder. ¿Cómo podría Honduras, uno de los más pequeños y pobres países de América Latina, resisitir? Los EE.UU., que se adhirieron a la consenso contra el golpe, se suponía que iban a ser particularmente influyentes con los militares hondureños y el nuevo gobierno de facto.

Y cuando las nuevas autoridades rechazaron las demandas de restablecer Zelaya, los gobiernos del hemisferio impusieron una serie de sanciones inusualemente duras sobre Honduras. Se convirtió en el único país en la historia, además de Cuba, en ser suspendido por la Organización de Estados Americanos (notablemente sólo semanas después de que la suspensión de 47 años a Cuba se había levantado). El Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrolllo cesaron sus préstamos, Venezuela cortó sus considerables programas de asistencia, y tres países vecinos cerraron sus fronteras terrestres. Los EE.UU. pusieron sus programas de ayuda en revisión.

Pero, contrariamente a las expectativas, todo esto hizo al gobierno de facto aún más desafiante. A un avión del gobierno venezolano que transportaba a Zelaya de vuelta a Honduras se le impidió el aterrizaje y fue desviado a El Salvador. Desgraciadamente, hubo disparos y murieron dos manifestantes pro-Zelaya que protestaban en el aeropuerto. Se había hecho evidente que las autoridades hondureñas no iban a ceder a la presión internacional. El golpe, de hecho, no puede revertirse rápida o fácilmente.

Eran los EE.UU. y los otros gobiernos del hemisferio quienes tenían que cambiar de rumbo. Después de reunirse con Zelaya en Washington, la Secretaria de Estado Clinton se dirigió al Premio Nobel y Presidente de Costa Rica Oscar Arias, para mediar entre el depuesto Presidente de Honduras, Zelaya, y el gobierno de facto dirigido por Roberto Micheletti.

Aunque es precipitado extraer lecciones definitivas de estos eventos, hay algunas conclusiones preliminares que conviene considerar.

En primer lugar, es relativamente fácil hacer valer el principio básico de que los golpes militares son un asalto a la democracia que no se puede permitir -a pesar de que los EE.UU. y las naciones de América Latina no siempre lo han hecho. Sin embargo, lo que puede y debe hacerse en una determinada situación no depende únicamente de principios, sino también del contexto político y de su dinámica particular. En este caso, la OEA y sus gobiernos miembros subestimaron la intensidad de la oposición a Zelaya de los dirigentes políticos de Honduras. Y lo mucho que temían que Zelaya encontrase una manera de extender su mandato y empujar el país de lleno en la órbita de Venezuela. Con cierta justificación, fue visto por muchos como el culpable y responsable de provocar el golpe de Estado, no como su víctima. Todo esto hizo que las nuevas autoridades fueran inflexibles en cuanto a su regreso. Además, quedó claro que Zelaya no puede simplemente recoger el testigo donde lo dejó. El golpe ha cambiado la política hondureña.

En segundo lugar, las negociaciones, y no las amenazas o ultimátum, son el mejor enfoque para hacer frente a una confrontación política como la que ha ocurrido en Honduras -a pesar de que sólo podrá ser posible después de un período de estancamiento. El compromiso es difícil cuando una o ambas partes creen que pueden obtener todo lo que desean. La exclusión del Presidente de facto Micheletti y a los dirigentes militares desde un principio de las conversaciones con la OEA y EE.UU.después del golpe, fue probablemente un error. Junto con la imposición de sanciones, esto puede haber retrasado la solución. Tras el golpe de 1991 en Haití, los gobiernos del hemisferio mantuvieron la comunicación con la nueva autoridades militares, a pesar de que exig~ian fuertemente la vuelta del Presidente Aristide al poder, que se retrasó por tres años. Y Aristide era popular en Haití. Las negociaciones con el Presidente Fujimori, después de que cerró el congreso y los tribunales de Perú permitieron algunas concesiones. El cambio en cuanto a que el Presidente Arias medie en la crisis en Honduras puede ahora abrir el camino a una solución. El choque de las demandas irreconciliables de Zelaya y Micheletti no debe considerarse especialmente preocupante en este momento. Las negociaciones siempre comienzan con las partes en conflicto marcando inicialmente sus posturas en la negociación a menudo extremas; las concesiones y los compromisos vienen más tarde.

En tercer lugar, la defensa de la democracia requiere el multilateralismo, que es lo que legitima la intromisión en los asuntos políticos de una nación soberana. Los EE.UU. obtuvo la autorización de la ONU para su intervención en Haití con el fin de restablecer a Aristide en el poder en 1994. Pero un multilateralismo eficaz no significa simplemente delegar el trabajo a las Naciones Unidas o la OEA. Requiere que los EE.UU. y otros gobiernos mantengan una participación activa y continua en el proceso multilateral y participar bilateralmente de forma constructiva. Durante unos días en Honduras, los EE.UU., junto con países como Brasil, Chile y Mexico, parecieron tomarse un tiempo, mientras que Venezuela y sus aliados presionaron enérgicamente, e incluso un poco caóticamente, para la vuelta de Zelaya, independientemente de los peligros. Sólo Canadá tomó una temprana y fuerte posición pública en contra de la restitución inmediata de Zelaya. La iniciativa posterior de la Secretaria de Clinton para promover la mediación de Arias en las negociaciones entre el Presidente Zelaya y el gobierno de facto de Honduras era bienvenida y nececesaria para el compromiso de EE.UU..

Por último, no cabe duda de que revertir un golpe de Estado y restituir a un gobernante elegido democráticamente es un objetivo importante y de principio. Pero no puede ser el único objetivo. Debe ser equilibrado contra otros objetivos tales como evitar el derramamiento de sangre y la moderación de las tensiones políticas y la polarización que pueden socavar las perspectivas de más largo plazo para la democracia y la paz social. En Honduras, el regreso inmediato de Zelaya es una amenaza tanto para la violencia como para los conflictos políticos más profundos. Ahora es esencial para el país asegurar que la próxima elección presidencial, prevista para noviembre, no sólo sea libre y justa, si no también muy creíble para la población hondureña. Esto puede ser más importante para la construcción de la democracia y el imperio de la ley en Honduras que invertir el golpe de Estado.

Por Peter Hakim - Especial para Infolatam.
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