BIBLIA, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.

Gabriela Mistral


martes, 7 de julio de 2009

CHILE: Un siglo verde.

Es como una versión local del cuento del lobo. Tanto desgañitarse con abstracciones sobre “cambiar el modelo” y ahora, cuando ya pocos hacen caso a estas invocaciones, se nos viene un cambio mundial en el sello contaminador de todos los “modelos” de desarrollo que ha impulsado la humanidad durante los últimos 200 o más años.

No es cuestión de gustos. Hay consenso internacional en que para 2050 la sobrevida humana implica bajar en 50% las actuales emisiones de CO2 en el planeta. Esto, para unos 9.000 millones de seres que entonces lo poblarán y que tienen derecho a vivir y sustentarse, supone bajar las emisiones a un máximo de 2 toneladas de CO2 por persona. EE.UU. tiene hoy más de 20 y América Latina, aproximadamente 5.

Cumplir esa meta nos exige cambiar radicalmente el modo de producir, de transportar, de generar y derrochar energía, de habitar. La inercia en lo que el mundo ha venido haciendo nos llevaría al colapso.

El próximo diciembre, en Copenhague, todos los países del mundo —entre ellos Chile— deben plantear sus compromisos para lograr esta meta humana. ¿Cuáles llevaremos?

Europa ya adelantó el suyo. “20/20/20 para 2020”. 20% de su matriz energética proveniente de energías renovables no convencionales (solar, eólica, etc.), 20% más de eficiencia energética y 20% menos de emisiones de CO2. Las inversiones son colosales. Sólo en transporte ferroviario, Francia planea invertir 93 mil millones de euros a fin de sacar pasajeros y un millón de camiones de las rutas, debido a que el transporte ferroviario emite aproximadamente un tercio de aquel por carretera.

La semana pasada el Congreso de EE.UU. aprobó la ley Waxman-Markey, que establece sus metas para 2020 y obliga a las empresas emisoras de CO2 a pagar por ellas. Un nuevo código verde para la economía de EE.UU., impensable bajo Bush. Contrapartida obvia de dicha ley es que EE.UU., a la corta o la larga, exigirá a quienes les exportan productos que tengan similar responsabilidad ambiental.

Y el tema no es sólo público. La cadena de tiendas Wal Mart anunció que exigirá, a partir de 2010, el carbon foot print a sus proveedores en todo el mundo. Pero, además, Wal Mart manifiesta su deseo de que ellos sean a breve plazo carbon neutral; o sea que, en la cadena productiva y comercial de lo que ellos venden en sus tiendas, la contribución a la emisión sea cero, gracias a una batería de minuciosas exigencias.

La “huella de carbono” (carbon foot print) será un requisito cada vez más presente para cualquier producto que vaya a los mercados de países desarrollados. Es decir, cuánta emisión generó toda la cadena productiva y de transporte de una manzana, una botella de vino, un tablero de madera, una libra de cobre.

Aunque su contribución a las emisiones de CO2 mundiales sea irrisoria, Chile no podrá sustraerse a la sensibilidad planetaria respecto de ello.

Hoy nuestro promedio de emisiones no difiere grandemente de aquel de América Latina; sin embargo, nuestra política de forestación por 30 años nos favorece, permitiéndonos neutralizar sobre un 40% de ellas. Pero el futuro se ve negro. En 1990, el 75% de nuestra matriz energética era hidráulica, pero ahora es menos del 50% y crece fuertemente la generación a carbón. De no revertir tendencias, Chile cuadruplicará sus emisiones de CO2 en los próximos años, amenazando nuestra inserción económica en el mundo.

Más vale reaccionar. El mundo le pasará la cuenta a nuestro “modelo de economía abierta” si no tenemos la llave verde que abre las puertas del mundo del siglo XXI. Eso implica golpes de timón enormes en eficiencia energética, en la evolución de nuestras matrices de energía y de transporte hacia medios más limpios o menos emisores, en la baja de emisiones en toda la actividad productiva, en construcción de viviendas más verdes, en forestación, en formas de vida, etc.

¡Si esto no es cambiar el modelo…!

Por Oscar Guillermo Garretón. – Emol.
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