Las declaraciones del ex presidente Ricardo Lagos aclarando que no está en competencia y que no es pre-candidato presidencial por la Concertación; los dichos de la diputada Lily Pérez de que será candidata a senadora por la Región del Maule, desatando la “competencia total” en la Alianza, y el documento suscrito por un grupo de socialistas y comunistas, aparentemente en torno al liderazgo de Jorge Arrate, crean un nuevo escenario político.
Las declaraciones de Lagos despejan el cuadro al interior de la coalición de gobierno. Soledad Alvear, Eduardo Frei y José Miguel Insulza son las tres figuras que están en la “pole position” de la Concertación. La responsabilidad principal se centra en la DC, que tiene que elegir a su abanderado o abanderada presidencial (en principio, la fecha es el 14 de diciembre). Ronda el fantasma de la feroz disputa entre Aylwin, Valdés y Frei en 1989, en torno a un enrarecido ambiente sobre la vieja cuestión de los padrones electorales. No es un tema menor. Si la DC desea tener alguna chance en términos de llevar a un candidato de sus filas como abanderado de la Concertación, tiene que generar un escenario de reglas y procedimientos indubitados para ambos presidenciables. La alternativa es la guerra civil interna. Ese escenario tiene que construirlo internamente y en forma inteligente, no por la prensa y con publicidad. Adicionalmente, debe hacer lo mismo que ha hecho el PS con sus dos potenciales candidatos (Lagos e Insulza): cuidarlos y tratarlos con cariño.
En el caso de Lagos, lo que está claro es que está fuera de la competencia político-electoral al interior de la Concertación, pero no necesariamente fuera del escenario presidencial. ¿Qué pasa si el día de mañana los cuatro partidos de la coalición van a pedirle, de común acuerdo, que sea el abanderado? Tendría que aceptar. Es el escenario, improbable, pero no imposible, de la llamada «procesión a Caleu».
Por el lado de la Alianza, las declaraciones de la diputada Pérez desataron la “competencia total” en el sector, con acusaciones cruzadas, que van y vienen. En otras palabras, el escenario se empezó a ordenar del lado de la Concertación, y a desordenar del lado de la Alianza. Lo que está claro es que resulta intragable para la UDI permitir que Sebastián Piñera corra solo, con el plus que ello significa para RN, si además el candidato que aparece lejos como el mejor posicionado en las encuestas nacionales va a favorecer a los postulantes a parlamentarios de su partido, en desmedro de los UDI. Este es un incentivo adicional para que esta última colectividad lleve candidato (o precandidato) presidencial. Lo que está claro es que ya no habrá «sandías caladas» o «cartas marcadas», como en las parlamentarias de 2001 y 2005, y que el sector asume que la competencia político-electoral será la norma (lo que es bueno para el conjunto del sistema, congelado, empatado, y sin verdadera competencia por las características del binominal).
La Concertación siempre ha llevado un solo candidato presidencial (Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet), lo que conviene mantener como signo de unidad. La derecha, en cambio, casi siempre ha llevado dos candidatos (Büchi-F. J. Errázuriz, en 1989; Alessandri-J. Piñera, en 1993, y S. Piñera-J. Lavín, en 2005). Sólo en 1999 llevó uno solo, Joaquín Lavín, con un sólido 49% de los votos. Es probable que en esta oportunidad también presente sólo un candidato —lo más factible es que sea Piñera—, pero en un ambiente de mucha competencia y tensión interna.
Finalmente, un grupo de dirigentes socialistas y comunistas ha suscrito un documento en que suman fuerzas contra la concentración económica, la desigualdad social y la exclusión política, aparentemente bajo el liderazgo de Jorge Arrate. Es probable que este sector termine por constituirse en una suerte de izquierda extra-Concertación, llevando un abanderado de sus filas en primera vuelta, que podría ser el mismo Arrate, el senador Alejandro Navarro o alguien de esa estirpe. Esta candidatura recoge el malestar con la Concertación, desde la izquierda comunista y desde un sector de la propia coalición que nunca se ha sentido cómodo con su política. Lo más probable es que este sector termine votando por el candidato —o candidata— de la Concertación en una segunda vuelta.
Como solía decir un conocido y querido relator deportivo, “esto comienza, señores”.
Por Ignacio Walker
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