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Gabriela Mistral


viernes, 19 de junio de 2009

CHILE: La derrota política de Enríquez-Ominami.

La tarea electoral y política de Enríquez-Ominami está cuesta arriba, pues requiere algo más que su personalidad para horadar la base de apoyo de sus adversarios y ampliar la propia como un actor político incumbente.

Los resultados de la Encuesta CEP trajeron a la mesa la frase "caballo alcanzado, caballo ganado" que tanto le gusta a algunos dirigentes de la Alianza por Chile y que esta vez se aplica favorablemente a Eduardo Frei, quien técnicamente alcanzó a su candidato y marcó una enorme distancia de Marco Enríquez-Ominami.

La CEP, ungida como la homilía de las encuestas por el mundo político, indica un empate de Frei con el candidato presidencial de la derecha Sebastián Piñera en segunda vuelta, hasta ahora muy por encima en todas las encuestas; y más del doble de preferencias frente a Marco Enríquez-Ominani, quien albergaba la secreta aspiración - de acuerdo a lo especulado públicamente por su entorno más inmediato- de situarse a menos de diez puntos del candidato oficialista para amagar su paso a la segunda vuelta.

Aunque los resultados de la encuesta son apreciablemente positivos para Enríquez Ominami, pues de la nada sube a un 13%, sí constituyen una derrota política para él pues no logra detener el avance de Frei ni menos lo complica en su imagen de candidato en ascenso para una segunda vuelta. Con el agravante que el diputado carece de un amortiguador orgánico y un programa claro que le permita transformar la adhesión ciudadana que exhibe en fuerza política viva. De haberlo tenido, podría absorber el impacto mediático negativo de la encuesta para una estrategia absolutamente personalizada y basada en la irrupción de porcentajes amenazantes como los suyos.

Es su concepción puramente mediática de la política 2.0 la que lo pone en reversa en este caso, pues esta vez la noticia no es su porcentaje, sino la fuerza de la candidatura de Frei, acunada en una voluntad y persistencia fuera de toda duda.

Más aún es, la estrategia serena de Frei de evitar al máximo una confrontación directa con él, la que le brinda una oportunidad de reorientar su discurso cada vez más duro con la Concertación y aprovechar su capital político de manera diferente.

En tales circunstancias, la tarea electoral y política de Enríquez-Ominami está cuesta arriba, pues requiere algo más que su personalidad para horadar la base de apoyo de sus adversarios y ampliar la propia como un actor político incumbente.

Es indudable que el escenario político está aún muy líquido y que el porcentaje de adhesiones que exhibe Enríquez-Ominami es importante respecto de una segunda vuelta electoral. Adonde vaya y en qué calidad dependerá de lo que haga en los meses que restan hasta la elección, incluida la recolección de firmas para su inscripción y la decisión de levantar una lista parlamentaria.

Hacia la derecha, la votación de ella está en sus índices históricos -o levemente por debajo- en torno a la candidatura de Sebastián Piñera, y por más que Enríquez-Ominami se esforzara no tiene posibilidades de crecer significativamente por ese lado. Es un hecho que Piñera resulta el gran perdedor de la encuesta CEP, ya que se estanca o disminuye en todos los aspectos medidos, por lo que seguramente hará un esfuerzo adicional por compactar sus filas. Los problemas que generan las cifras derivarán seguramente a un escenario torvo y lleno de disputas en torno a la competencia parlamentaria de sus partidarios. El electorado liberal que podría captar es muy minoritario.

Por el otro lado, la fortaleza política que muestra Frei en la encuesta estrecha el callejón de opciones frente al mundo de la Concertación. Los resultados de la CEP debieran ordenar la fragmentación de los partidos del oficialismo en torno a la percepción de que sí se puede ganar con un apoyo abierto a Frei, reconociendo que el senador ha tenido razón en convocarlos al trabajo de calle y a no enredarse en especulaciones mediáticas.

Al respecto conviene resaltar que Eduardo Frei entre julio de 2008 y junio del 2009 ha pasado de 6% a 30% en las preferencias de la misma encuesta CEP. Desplazando en ese período a Soledad Alvear, José Miguel Insulza y Ricardo Lagos, quienes tenía niveles de apoyo muy superior en esa época, y alcanzando a Sebastián Piñera, que en esa fecha le superaba por sobre treinta y cinco puntos en esa encuesta. Es decir un crecimiento tanto o más potente que el de Enríquez-Ominami, con la desventaja de haber estado invisibilizado en los análisis.

Queda el centro político, básicamente el PRI y el mundo de los independientes y no inscritos, lo que no resulta fácil sin medios económicos y organizativos que generan la avalancha de adhesiones sociales que requeriría para optar por el camino electoral extrasistema. El símil del General Ibáñez y la imagen de la escoba y el agrario laborismo que acompañó el fin de los gobiernos radicales en los años cincuenta no es fácil de reeditar hoy día. A menos que se despertara un populismo que las circunstancias llevarían al completo fracaso pues ¿qué podría ofrecer?

Cómo Marco Enríquez-Ominami resuelva absorber el impacto negativo que para su campaña tiene la encuesta CEP, pese a su 13%, determinará en gran parte el tono de la campaña. Sobre todo si persiste en sindicar como su oponente a un Eduardo Frei recargado.

Por Santiago Escobar - El Mostrador.
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