No faltarán quienes digan que exageramos, que esto no es socialismo, mucho menos comunismo, que Venezuela no es Cuba y que lo que actualmente vivimos no se trata de una revolución, sino de otra autocracia militarista. Una dictadura con rasgos propios de una tiranía latinoamericana como tantas que hemos conocido en el pasado. Pero más allá de la retórica, las acciones destinadas a liquidar los principios fundamentales del sistema democrático destruyendo, entre otras cosas, el ordenamiento jurídico que les da soporte y desarrollo, no dejan lugar a dudas. Tenemos un gobierno comunista al frente de un régimen que acelera la transición de la democracia hacia la dictadura ideologizada que se está imponiendo en contra de la voluntad popular.
Hoy adquiere vigencia existencial aquella consigna de los años sesenta: ¡Venezolano siempre, comunista nunca! Entonces hubo una muy clara conciencia de los peligros derivados de la guerrilla y la insurrección armada estimulada y dirigida desde Cuba por el castrismo revolucionario triunfante. Bajo esa convicción se enfrentaron los peligros hasta lograr la pacificación del país y la inserción de sus apóstoles criollos en la vida democrática. El liderazgo político había entendido la verdadera naturaleza del problema y lo enfrentó en todos los terrenos con ánimo de superación definitiva.
Hago esa referencia histórica porque sin tener clara la naturaleza del problema es imposible resolverlo. Hugo Chávez Frías es comunista, con independencia de sus atípicas características personales. Está rodeado de comunistas convencidos de la causa y de la hora, aunque también de muchos oportunistas, alabarderos y zánganos sin convicciones ideológicas pero apasionados por el poder y el dinero negro, convertidos en adulantes rastreros y ejecutores de todos los impropios del chavismo.
Frente al mal hay que actuar con decisión y tino. Traicionan la patria quienes se limitan a encogerse de hombros. Mucho más si entendiendo el problema se evade del compromiso para incorporarse a la resistencia activa que el ciudadano común ya desarrolla, aunque desordenadamente y con pobre dirección política.
Venezuela sabe que el tiempo para reaccionar se agota. Cada día que pasa se complica más el panorama. Estamos fuera del marco institucional de la democracia. Por tanto la lucha no se resolverá en el juego de mayorías y minorías, sino en el terreno de los principios y valores irrenunciables defendidos de manera eficiente y definitiva. Tiene que haber relación directa entre el objetivo y las acciones a cumplir. El régimen ha eliminado la propiedad. Avanza en sus propósitos confiscatorios, de concentración total del poder político y económico y de dominación de la vida personal y familiar de todos. Se amenaza la educación privada y se ideologiza el sistema educativo, muere la propiedad y Globovisión es objetivo inmediato, para sólo mencionar algunas cosas recientes.
Es el fin de la libertad.
Por Oswaldo Alvarez Paz – El Nuevo Heraldo.
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viernes, 5 de junio de 2009
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