BIBLIA, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.

Gabriela Mistral


jueves, 5 de marzo de 2009

EE.UU.: Obama y Cuba, por un cambio pacifico a una democracia libre.

... Esta observación es importante: mientras Fidel Castro viva, cualquier concesión significativa que el Gobierno de Obama le haga a La Habana es contraproducente. Será interpretada como "Fidel Castro tiene razón y no hay quehacer ningún cambio sustancial a nuestro modelo totalitario". Sin embargo, en el momento en que desaparezca (y tal vez no le quede mucho tiempo) Washington debe hacer un gesto de buena voluntad, incluso a Raúl Castro, como una señal de aliento a las fuerzas reformistas, con el mensaje explícito de que Estados Unidos está dispuesto a ayudar generosamente a los cubanos para transformar el país en una democracia pacífica y razonablemente próspera. (sigue)

Para el Gobierno de Obama ése debe ser el objetivo: el cambio pacífico de Cuba en una democracia estable, con libertades y respeto por los derechos humanos, dotada de un aparato productivo que les permita a los cubanos vivir en su país sin tener que emigrar ilegalmente a Estados Unidos. Una nación semejante a Costa Rica, con buenas relaciones con sus vecinos y con Estados Unidos, que, lejos de expulsar a su población por falta de oportunidades, sea capaz de absorber a los millares de exiliados que regresarían a Cuba si las condiciones de vida fueran aceptables. Ese objetivo conduce a descartar Cualquier tentación de pactar en Cuba con una tiranía como la china o la vietnamita, con una cleptocracia como la rusa, o con una dictadura militar. Eso sólo aplaza el problema, no lo resuelve.

Durante casi todo el siglo XX Estados Unidos jugó la carta de "nuestro hijo de p...", y le dio un pésimo resultado. Washington quedó totalmente desacreditado por predicar la democracia y proteger las dictaduras. Tras Somoza, vinieron los sandinistas. Después de Batista llegó el comunismo a Cuba. No tiene sentido revivir esa estrategia en el post castrismo. ¿Qué puede hacer Obama para estimular los cambios? Hay varias medidas: reducir gradualmente las sanciones económicas si la dictadura excarcela políticos o alivia la presión sobre los disidentes, elevar el rango de la representación diplomática a la categoría de embajada, facilitar los intercambios deportivos y académicos.

Pero ante cualquier iniciativa, Washington debe plantearse siempre una pregunta clave: ¿impulsa a los cubanos hacia la democracia y hacia la apertura económica o contribuye a consolidar en el poder a una oligarquía autoritaria que se reparte abusivamente las rentas del país? Ése es el litmus test. Si es lo segundo, no vale la pena intentarlo.

Poco antes de su discurso del primero de enero, profundamente antiamericano, Raúl Castro, entonces en Brasil, insistió públicamente en su deseo de hablar con el presidente Obama. ¿Por qué? ¿Qué se propone? Tiene tres objetivos en la manga: acceder a créditos blandos para importar productos americanos, pese a la bien ganada fama de insolvente que padece el Gobierno; atraer a cientos de miles de turistas estadounidenses, y la excarcelación de cinco de los catorce espías cubanos capturados en 1999 por el FBI -nueve de ellos se declararon culpables, pactaron con jueces y fiscales, condenas muy leves y ya están discretamente integrados en el mundo americano.

Con los dos primeros objetivos alcanzados, Raúl Castro liquidaría prácticamente lo que queda del embargo. Con el tercero, contentaría a Fidel Castro, quien está empecinado en no morirse hasta que no regresen a Cuba sus agentes más "duros". Naturalmente, pese al clamor general en demanda de cambios políticos profundos, ni Fidel ni Raúl piensan abrir los márgenes de participación de la sociedad cubana. Se proponen mantener un Estado comunista departido único y ausencia total de libertades. Por eso es tan acertada la crítica de Pablo Milanés, que recientemente declaró que no confía en ningún dirigente cubano que tenga más de 75 años. En realidad, son muy pocos los cubanos que todavía piensan que la cúpula castrista está dispuesta a reformar el sistema. Los Castro creen que todo lo tienen atado y bien atado. Sólo que eso casi nunca es cierto.

Fuente: Infolatam - Informe publicado en "Papeles FAES" por Carlos Alberto Montaner.
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